El gran gigante de las bebidas energéticas visitará por primera vez el Sánchez-Pizjuán. Un equipo recientemente acostumbrado a los éxitos, ejemplarizante en el cuidado a los más jóvenes y referencia en la captación de talento. Una entidad que también se convirtió en todo lo contrario al fútbol, convirtiéndose en una fábrica de odio en las ciudades que pisa. Fue Salzburgo el primer conejillo de indias de Red Bull, que nunca se ganó el cariño de sus aficionados.
En 2005 Dieter Mateschitz, el dueño de la marca, decidió adentrarse en el mundo del fútbol. Nada más entrar en Salzburgo cambió el nombre del club. También lo hizo con el uniforme, del histórico violeta se pasó al rojo, el estadio y hasta el escudo. De un futbolista con un balón pegado al pie se pasó a los dos toros rojos de la marca.
Desde un principio los hinchas buscaron la mediación con el club, ya que nadie quiere renunciar a la historia, pero no encontraron la respuesta de los nuevos dirigentes. Esas protestas continuaron e incluso se realizaron reuniones entre peñas y la sociedad para intentar llegar a un punto común. No obstante cualquier intento era estéril, toda vez que las decisiones de los dueños son inamovibles.
Una 'bomba' de identidad para los aficionados, que no reconocían a su club. Así nació un desapego que explica el habitual estado, cercano a lo desértico, de las gradas del Red Bull Arena. Hasta el punto de sustituir sus colores y esconder los trofeos conseguidos en un pasado. Una política de represión que llegó al punto de expulsar a hinchas que asistían con las antiguas camisetas del club.
Ese desapego instó a miles de aficionados a refundar el SV Austria Salzburg, que heredó el primer nombre de la historia de un club que nació en 1933. Desde el octubre de 2005 acaparó la simpatía de una parte importante de la ciudad y arrancó desde la séptima división de Austria.
Unos meses antes, en septiembre, la curva de los hinchas del Salzburgo abandonó el partido en el minuto 72, conmemorando los 72 añosd e historia de su equipo. Además lanzaron un serio aviso a Mateschitz, dueño de Red Bull, repartiendo gafas con lentes morada para que los aficionados vieran a su equipo con sus colores originales.
Con la refundación el nuevo club comenzó a luchar desde abajo, pero con los colores y el escudo original. Compite en el ASKÖ-Anlage, un pequeño estadio que congrega miles de aficionados cada fin de semana. Su ascensión fue fulgurante y llegó a experimentar cuatro ascensos consecutivos hasta recalar en la tercera categoría. Se estabilizó y posteriormente subió a Segunda, ganando fuerza la opción de ver un derbi en la élite entre los dos.
No obstante en estos últimos años el éxito incipiente del SV Austria Salzburg ha decaído, descendiendo hasta la Regionalliga West. En 2015 las deudas asolaban a la sociedad. El precio de jugar tan arriba, costear la iluminación y la obligación de renovar el estadio por seguridad hicieron que se presentase una solicitud de quiebra.
Sin embargo, a través de un crowfunding y la solidaridad de ciudadanos o el propio mundo del fútbol (ayudó la curva del Udinese) saneó las cuentas del club y estabilizó su delicada situación económica. El objetivo es enfrentarse a los magnates de Red Bull que un día se apropiaron de una realidad que no les pertenece. El negocio contra el fútbol del pueblo. El éxito empresarial ante la ilusión de toda una ciudad.