En el verano de 2019 el Sevilla vivió un mercado de fichajes de lo más movido. El regreso de Monchi y una temporada anterior de cinco raspado propició una revolución dentro de la plantilla. Julen Lopetegui era el elegido para reconstruir a un equipo que llevaba varias temporadas dando algún que otro disgusto a su fiel infantería.
Junto al técnico vasco llegaron un elenco de jugadores ‘made in’ Monchi que no tardaron en presentar credenciales por Nervión. Una de esas incorporaciones fue un catalán que llevaba comandando la sala de máquinas del humilde Éibar varios cursos en su lucha continua por quedarse en la élite del fútbol español temporada tras temporada.
Joan Jordán destacó haciendo lo que mejor sabe en Ipurúa, jugar al fútbol, y las ofertas para pegar un salto en su carrera profesional no tardaron en llegar. El dinero de la Premier League llamó a la puerta de sus representantes y el armero por aquel entonces ya estaba preparando la maleta para emigrar rumbo a Inglaterra pero, como él mismo cuenta, una llamada de Monchi lo cambió todo.
"Desde el primer momento en que contactó conmigo tenía claro mis intenciones. El club sabía que quería venir aquí sí o sí y el Éibar, también. Estoy muy feliz e ilusionado. A nivel personal mi objetivo es crecer como jugador y persona y el Sevilla es un club idóneo para hacerlo", esas fueron sus palabras durante su presentación como sevillista.
Hoy, más de dos años y medio después y recién renovado hasta 2027, podemos decir sin miedo a equivocarnos que Joan Jordán no solo ha cumplido todas las expectativas que tenía puestas en su nueva vida cuando aterrizó en el Sánchez-Pizjuán, si no que las ha superado con creces. Hasta el punto de convertirse en pieza clave de un equipo, campeón de la Europa League, que cada nueva temporada aumenta su nivel de exigencia.
El centrocampista de Regencós llegó con unas ganas e ilusión desmedida de triunfar en el sur de España, pero sin ser sevillista obviamente. Sin embargo, con el paso de los domingos de fútbol defendiendo el rojo y el blanco en cualquier campo de España y de Europa sus sentimientos por el Sevilla fueron aflorando.
La idiosincrasia de un club grande pero familiar al mismo tiempo, y la pasión con la que vive el fútbol su afición, fueron calando en él para ya no irse nunca más. Joan Jordán se agarró al lema del ‘Dicen que nunca se rinde’ como si del mismo Arrebato se tratase hasta transformarse en un soldado de Nervión.
Es un soldado de Nervión porque siempre está al servicio del equipo, porque no le hace falta llevar el brazalete de capitán para que su discurso llegue al vestuario, porque su manera de entender el fútbol encaja a la perfección con lo que exige el sevillismo y porque celebra los goles o las victorias de su equipo con la misma pasión que el sevillista que lleva décadas disfrutando y sufriendo con su equipo en Gol Norte, Gol Sur, Fondo o Preferencia.
Y ahora, cuando está en el foco de la polémica, el Sevilla ha dado una nueva lección premiando a uno de los suyos. Por eso mismo, porque Joan ya es un sevillista más y el club sabe perfectamente cuando hay que arrimarle el hombro. A levantarse y a seguir caminando, que la temporada está demasiado bonita en Nervión como para seguir perdiendo el tiempo en temas extradeportivos.
Se podría entrar en todas las polémicas del mundo y podríamos estar hablando horas, días o incluso semanas del derbi que se suspendió por una agresión a un rival y que nunca debió reanudarse al día siguiente sin el agredido sobre el verde, pero Joan Jordán y el Sevilla saben que hay demasiadas cosas en juego, y son muy bonitas, como para entrar en otras batallas con informes periciales de por medio.
El ‘8’ inició este viernes su discurso de renovación con estas palabras: “El sentirme como me siento aquí y el cariño que se me transmite es para mí fundamental. Siempre lo he dicho, estoy donde me quieren”.
Seguramente se refería Joan a cómo le demostró la grada del Sánchez-Pizjuán que está a muerte con uno de los suyos tras el Sevilla-Celta después de haber vivido su peor momento como futbolista profesional. Pero todo eso ya es agua pasada. Habrá Joan Jordán para rato, mínimo hasta 2027, y como diría un buen soldado de Nervión, ya solo toca pensar en una cosa: "Osasuna, Osasuna y Osasuna".
Veremos como actuan los aficionados del Osasuna, no son muy adictos al teatro
Chavales, no entréis más al trapo con estos "pistolines". Ellos son el odio (lo traen de serie), y disfrutan provocandonos (porque deportivamente no pueden). Su presidente es la viva imagen de la afición, y su afición es la viva imagen del presidente, y por si algún despistado aún no lo sabía sólo tiene que echar un vistazo a todos los comentarios que se han publicado aquí desde el último derbi para darse cuenta. Si hasta a Pellegrini, un hombre ya con una edad, siempre comedido y respetuoso con todo el mundo lo han hecho entrar por el "Haro" cuestionando de su propia voz la gravedad del incidente del palo, cuando los entrenadores son los que más expuestos están a este tipo de cosas al estar más cerca de la grada (¿lo queréis más grande?). Este es un "virus" que nos acompañará a los sevillistas toda la vida, y lo peor de todo es que no hay ni habrá nunca vacuna, así que el que no lo sobrelleve más o menos bien la lleva clara. Si tendría yo unos 14 años cuando fui a su campo (cuando acababan de hacer el voladizo) a ver el partido de consolación del trofeo Ciudad de Sevilla entre el Sevilla y el Slovan de Bratislava, y había allí más béticos que sevillistas jaleando y animando a los checos y chillandole al Sevilla, así que ¿qué me van a contar a mí esta gente?. Por cierto, ese trofeo lo ganó el Vasco da Gama al Betis en la final (y con 9 jugadores por expulsión de 2 brasileños provocados por un "angelito" de delantero argentino del Betis que se llamaba Hugo Cabezas). O sea, que el tema viene ya de lejos, y seguirá así por los siglos de los siglos.
Más bien un mariscal de campo, pues el discurso de hoy era suficiente para motivar a un regimiento. Enorme Joan.