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Crisis de identidad

DMQ
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Periodismo es decir lo que no quieren que digas

Es difícil explicar cómo el Sevilla FC ha llegado ha este punto. Con la dudosa virtud que tiene de sucumbir ante el primer golpe. Con un estilo tedioso, sin el más mínimo margen de reacción. Síntomas claros de desconexión, de desconfianza y lo que más preocupa: ni un leve atisbo de rabia. Ni casta, ni coraje... Sin lugar a dudas la plantilla más frágil, defensiva y mentalmente, de LaLiga. Al menos por ahora. Con la mandíbula de cristal, como diría aquel. Y lo que es peor, sin argumentos convincentes como para confiar en que puede levantar esto.

Su filosofía, sus ideas o su concepción del juego parecen perderse en el aire. En la nada más absoluta. No hay respuestas ni rumbo sobre el campo y el equipo no avanza. Al contrario, ha entrado en una espiral regresiva que se traduce en uno de doce puntos posibles. Y que venga el FC Barcelona no debe ser excusa. El resultado fue igual que ante Valladolid, Almería u Osasuna.

Por que más allá de las carencias en el equipo, que las hay, de los fallos en la planificación, que los hay, o de lo caduco que está ya el sistema de Lopetegui, que lo está, la raíz del problema que atraviesa el Sevilla radica mucho más al fondo de lo que algunos puedan pensar.

Una crisis de identidad. En toda regla. Sin ideas. Dudas hasta de sí mismo. Un equipo sumiso, sin rebeldía, sin personalidad, obediente a lo que le propone el rival. Ni siquiera hay orgullo. Sin empaque, sin jerarquía, sin lo único innegociable en Nervión, que es defender a muerte lo que se lleva en el pecho. Y eso le duele al aficionado, que respondió con pitos y algún pañuelo.

Es que resulta desolador ver cómo se desmorona este Sevilla cada vez que le hostigan. Porque la actitud, a ratos, es positiva. Fue mejor que el Valladolid en la primera mitad. Pudo irse con un buen botín de su visita a Almería. Empezó bien ante el Barça... pero la compostura le dura hasta que termina el tanteo.

Solo la compresión de la afición y el crédito que se ha ganado la dirección deportiva, además de lo mucho que queda aún al curso, sirven de coartada para rebajar el desasosiego y mitigar la grave crisis de identidad que sufre el equipo

Y a ese problema de personalidad hay que sumarle incontables carencias. En el capítulo de defectos sobresalen el desgobierno del juego, la propensión al error, la inexistencia de un guion creativo..., carencias agravadas con el desconocido déficit defensivo. Un equipo que no domina las áreas. Un Sevilla al que se le nublan las ideas cada vez que merodea zona de tres cuartos. Con un estilo caduco, como el que se queda atascado en una rotonda. Salidas tiene... pero elige siempre la misma opción. Dar vueltas sobre lo mismo. Es pronto, claro, pero ese uno de doce no es halagüeño. Desde luego que no. Por suerte hay tiempo para arreglarlo.

En-Nesyri en el Sevilla-Barça (Foto: Kiko Hurtado)