La dura realidad

El Sevilla ha vuelto a perder, esta vez en casa ante el Rayo, y sigue sin sumar su primera victoria como local en casa. Fue una derrota merecida en lo táctico, en lo técnico y en lo futbolístico. Solo en la voluntad, que en esto del fútbol no mueve demasiado, igualó el equipo de Sampaoli al equipo madrileño. El conjunto nervionense es una máquina impotente, que toca y toca sin peligro, que facilita las cosas a sus rivales y que apenas inquieta en ataque, ya sea con falso nueve o con nueve, con extremos o sin ellos. Es una cuestión de fútbol. Y esa cuestión de fútbol es cruda, porque los de Sampaoli, antes de Lopetegui, no son capaces de superar a ningún equipo con claridad y a día de hoy bien hace en mirar antes abajo que arriba, porque su rendimiento no engaña.

La pobreza futbolística tiene mucho que ver con la planificación de la temporada, que a estas alturas de curso se puede calificar ya de impropia de Monchi por lo demencial de su perfil. Esa pobreza futbolística tiene que ver con la similitud de muchos de sus jugadores, con las pocas alternativas en juego, con unos vicios adquiridos de juego al pie, de una concepción estática del fútbol, que a veces roza lo pusilánime. Porque es tan fácil cómo observar qué hace un jugador del Sevilla cuando suelta la pelota, si busca un desmarque de ruptura, una pared, o si, sin embargo, se queda quieto, parado, observando la evolución del juego, de la que parece ya desprenderse que de forma obligatoria gira o afecta a otros futbolistas, y no al susodicho, que no parece ya implicado en el juego. Es un vicio, puede que adquirido, puede que por el perfil de los jugadores, puede que por los años con Julen, pero el caso ese vicio se convierte en virus, y afecta a todo el equipo.

En la primera parte el Sevilla tuvo posesión, pero la realidad es que el Rayo se puso dos veces delante de Dmitrovic, y por parte nervionense ni un remate peligroso. En la segunda mitad el conjunto hispalense quiso algo más, empujó algo más, aunque la realidad es que a la contra el Rayo mató el partido en un ataque que precisamente era peligroso, o lo parecía.

El Sevilla no sorprende, no desarbola, no rompe líneas, ni con balón ni sin él, individualmente es plano, en ataque es romo, sin efectividad, y físicamente... físicamente no compite en duelos divididos, o en presiones prolongadas. Y esa es la realidad del Sevilla, que tiene muchos defectos y pocas, muy pocas virtudes.