En el Sevilla cada vez queda menos tiempo. Menos tiempo para sumar victorias como la del Atlético de Madrid, menos tiempo para cambiar todo lo malo que se hizo a principios de temporada y, lógico, menos tiempo para cambiar la situación personal de cada uno de los jugadores. Uno de ellos, Óliver Torres, parece haber reaccionado a tiempo, parece engancharse, bajo la confianza de Quique Sánchez Flores, justo cuando más lo necesita su equipo.
La realidad nadie la puede negar. Desde que Óliver Torres llegase a Sevilla, el papel del ex del Oporto ha sido tan irregular como cambiante. Sin su posición en Nervión, el extremeño se ha ido adaptando a lo que le pedían Lopetegui, Sampaoli, Mendilibar, Diego Alonso y, ahora, por últimas, Quique Sánchez Flores.
Todos han tenido feeling con él, todos han contado, de mayor o menor manera, con él, pero él sabe que nunca ha sido indiscutible. Su momento más regular, quizás, fue con Sampaoli el pasado año, después de quedarse, curiosamente, sin ficha en la Champions League tras la decisión de Julen Lopetegui.
Esta temporada, sin ir más lejos, ha participado en muchos encuentros, pero no en tantos minutos. En LALIGA, por ejemplo, ha disputado solo el 45% de los minutos posibles, mientras que en Champions League no llegó ni al 20% de los disputados.
La llegada de Quique, eso sí, parece haberle dado un impulso. Desde que el nuevo entrenador aterrizase en Nervión, ha disputado dos partidos completos y otros dos casi al 100% (los dos ante el Atlético de Madrid), perdiéndose solo una cita, la del Girona.
Sin embargo, su gran momento llegó este pasado domingo. Sin Agoumé, y con Hannibal apretando por su primer gran momento, Quique apostó por Óliver Torres y el de Navalmoral de la Mata respondió.
Esta reacción coincide, curiosamente, con los que podrían ser sus últimos meses en Sevilla. Son ya varios los años los que Óliver Torres ha estado coqueteando con una posible salida e incluso este mercado invernal se habló, aunque con poca fuerza, de un interés del Besiktas en sus servicios.
El futbolista, teniendo en cuenta la situación económica que se plantea en Nervión sin Europa, parece tener las maletas hechas para buscar un nuevo proyecto, pero la realidad es que, si las partes se adaptan, todo podría cambiar.
Quique, por el momento, está contento con él, él lleva muchos años en la ciudad y se siente cómodo, y si el entrenador le ofrece un papel más protagonista para su nuevo proyecto, y él acepta rebajar su salario, nadie descarta que se alargue la relación.
Parece difícil, es complicado, pero Óliver, al menos, parece haber reaccionado a tiempo y es que una renovación podría ser mucho más barata que un nuevo fichaje.