Una imagen vale más que mil palabras, dice el refrán. En este díscolo, anarquíco y desgobernado Sevilla, no sé si las imágenes valen, pero los gestos y los rendimientos deberían. Sergio Ramos, que termina contrato en unos meses, habla mucho, pero ahora mismo, además, grita y grita 'renovación'.
Su llegada, lógico tras tantos capítulos desacertados, fue tan discutida como necesitada. Contratar a un campeón de casi todo, a bajo coste, con un sueldo casi ridículo, parecía ser obligatorio, pero en este Sevilla se esperó hasta septiembre para contar con él.
Evidente -y el que escribe lo entiende- muchos se sintieron defraudados, decepcionados, pero la realidad es que si este conjunto, tan anárquico, tan desorganizado y tan inestable, sigue a seis puntos del descenso, en gran parte es gracias a Sergio Ramos.
Y el que escribe, además, entiende que muchos puedan no pensar como él, pero hay situaciones que, más allá de lo sentimental, son evidentes. Ganar un título es más fácil con buenos jugadores y, evidente, casi sin hueco a la discusión, salvar el curso es mucho más fácil con Sergio Ramos.
Ni el Cádiz, ni el Celta, ni el Granada, ni el Almería, ni el Rayo, ni el Mallorca (ni otros muchos), cuentan con un futbolista como el '4' del Sevilla, con su experiencia, con su inteligencia, con su implicación y su calidad. Ninguno.
Muchos otros, con mucho menos, con algún golpe en el pecho y algún gol decisivo, se han ganado el cariño, el aplauso y casi la obligación de renovar su contrato. Ahora, unos meses después, se debate sobre la continuidad o no del de Camas. Parece irrisorio -entendiendo, el que escribe, la molestia-, pero la realidad es que Sergio Ramos grita renovación y el Sevilla, al menos desde mi punto de vista, cometería un grosero error dejándolo pasar. Y más, en un año de reconstrucción.