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La evolución del esquema de Quique Sánchez Flores

Soumaré, ante el Granada (Foto: Kiko Hurtado).

Quique Sánchez Flores aterrizó en Sevilla con una misión: devolver la competitividad a una plantilla sin alma que se había olvidado de jugar al fútbol. Poco a poco, con sus luces y sus sombras, consiguió armar un equipo de jugadores leales a su causa con los que batallar para salir del pozo. Finalmente, el técnico madrileño dio con la tecla y el conjunto sevillano parece otro. Fiel a su 5-3-2 desde su llegada, los derroteros por los que ha cogido la temporada lo han llevado a probar nuevos sistemas en los últimos encuentros.

La evolución táctica de Quique Sánchez Flores

Quique Sánchez Flores siempre ha sido un hombre de principios, con las ideas muy claras. Desde su llegada, planteó un 5-3-2 que ya lo había acompañado en otras épocas como las de Watford o Shangái. La línea de tres centrales se convirtió pronto en la base sobre la que se iba a asentar toda la idea. Empezar la casa por los cimientos, un básico. Con Sergio Ramos y Loïc Badé comandando la zaga, sus compañeros fueron rotando. Algo similiar pasó en el centro del campo. Soumaré fue, y es, pieza clave en un doble pivote donde Sow o Gudelj iban apareciendo y desapareciendo. La mediapunta para Óliver Torres, la delantera para En-Nesyri e Isaac y los carriles, disputados entre Navas, Ocampos, Acuña o Pedrosa.

El 5-3-2 en defensa y el 3-5-2 en ataque estaba pensado para potenciar al máximo la eficacia en las dos áreas y dotar de equilibrio al conjunto. Quique lo repitió en muchas ocasiones, la presión no iba a dejar brillar el talento. Debía apostar por el trabajo. Sin florituras fueron llegando los buenos resultados y, con ellos, las oportunidades de probar otros esquemas que también había utilizado en Getafe o Espanyol.

Otro apartado digno de análisis para establecer líneas de concordancia entre los cambios de disposiciones tácticas son las bajas. La línea del centro del campo perdió la llegada de Sow y la visión de Óliver Torres por el camino y, propició el surgimiento de una pareja de puro músculo aunque de menos talento ofensivo. El Soumaré-Agoumé ofrece una vertiente más física y menos creativa. De ahí que tenga que buscar otras opciones para llegar al área rival.

El once del Sevilla ante el Granada (Foto: Kiko Hurtado).

La nueva disposición táctica

Ya ante el Real Betis vimos una nueva propuesta táctica de Quique Sánchez Flores, aunque se diluyó con el paso de los minutos. El 4-4-2 se dibujó por momentos cuando la posesión sonreía a los sevillistas. Acuña, que en defensa actuaba de carrilero zurdo, se iba hasta la línea del centro del campo en salida de balón poniéndose a la altura de Ocampos. Aunque en defensa se volvía al 5-3-2 habitual, fue el primer intento por cambiar algo del madrileño en este final de temporada.

Frente al Granada se pudo ver una nueva variante. En ocasiones, ante la pasividad defensiva del Granada, el Sevilla llegó a plantear un 4-2-4 con Ocampos y Acuña abiertos en las bandas, Lamela de segundo punta y En-Nesyri arriba. La dupla de franceses sosteniendo la medular y la defensa de cuatro bien plantada. En fase defensiva, un 5-4-1 con Acuña de nuevo en el carril, Kike Salas de tercer central y Lamela incrustado en el extremo izquierdo. Todo ello permite al Sevilla tener siempre jugadores bien abiertos a las bandas, ocupando sólo los carriles centrales para entrar al área donde buscar rematar los centros laterales.

Aún restan cuatro encuentros y el entrenador sevillista podrá ir probando nuevas tácticas de cara a un posible futuro en el banquillo del Sánchez-Pizjuán.

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