Son muchas las líneas escritas durante las últimas semanas -incluso meses- sobre la continuidad, o no, de Quique Sánchez Flores en el Sevilla. El técnico madrileño, por el momento, ha preferido no hablar sobre ello y en el club siempre han deslizado que la decisión, a pesar de los pequeños roces existentes, no se había tomado. Tras la cita ante el Villarreal quedarán apenas dos semanas de competición y será entonces, por tempo, por lógica, cuando el teléfono blanquirrojo se levante: el Sevilla pondrá sus cartas... y Quique Sánchez Flores exigirá más allá de los nombres.
Nadie ha querido alzar la voz en demasía. Ni el entrenador, que bien conocía los constantes rumores y el descontento en la entidad por algunas de sus decisiones, ni el club, que se movía levemente cuando todo pintaba gris. Nadie ha querido, como hemos repetido en multitud de ocasiones, dar nada por cerrado y la figura de Quique Sánchez Flores, a veces con más y a veces con menos opciones, siempre ha tenido la posibilidad de seguir en el Sevilla.
Es ahora, con el equipo salvado, con la dirección deportiva moviéndose y el mercado de entrenadores agitándose, cuando el club empezará a tomar medidas reales. Y es ahora cuando Quique Sánchez Flores pondrá sus cartas sobre la mesa.
Si en algo coinciden ambas partes, es que el trabajo merece reconocimiento. El club, a pesar del descontento por ciertas decisiones -no gustaron sus métodos con Hannibal, Alejo o Januzaj, ni ciertos movimientos como aquel Ocampos de mediocentro ante el Celta-, aplaude la recuperación y la adaptabilidad del técnico, y el otro, por su parte, agradece refuerzos como el de Lucién Agoumé, que le ha permitido y le permite desarrollar su idea, o el apoyo recibido por miembros del club durante algunos momentos no tan buenos.
Tal es el sabor agridulce en la entidad que tienen claro que si ante Celta y Almería no se hubiesen perdido los puntos, el Sevilla, con Quique Sánchez Flores al mando, estaría peleando por la Conference League en estos momentos.
El entrenador también lo sabe. Reconoce en sus círculos más cercanos que hubo ciertas decisiones con las que se equivocó, a la vez que deja claro que sus jugadores, tras el excelente mes de febrero, quizá cayeron en la autocomplacencia que tanto les ha penalizado durante meses.
Hasta aquí, todo es conocido. A partir de aquí toca ir más allá y saber lo que ambas partes exigirán en la reunión.
El Sevilla tiene claro, tras muchas vueltas, lo que quiere para el próximo curso. Confía en la capacidad de Quique Sánchez Flores en la gestión con los jóvenes y dejará claro que la imagen rácana mostrada en ese "plan de salvación" no se puede repetir. Quieren que el Sevilla vuelva a ser una entidad valiente, que se haga fuerte en el Sánchez-Pizjuán, y todo ello -también con el toque a Víctor Orta- lo deberá conseguir el entrenador con una plantilla de 20-22 jugadores, con disciplina -no quiere episodios conflictivos- y con algunas pérdidas -esperado- importantes.
Por su parte, Quique Sánchez Flores ha aprovechado estos meses para hacer su propio análisis de la plantilla. No va a levantar la liebre ni va a poner ante los leones al equipo deportivo -no lo hizo con los fichajes de Hannibal o Alejo-, tampoco va a requerir nombres en el mercado, no quiere opinar en demasía sobre las figuras, confía en la dirección deportiva, pero sí pedirá un mínimo. El técnico decía hace días que "con buenos jugadores, siempre haces mejores números" y confía en tener a muchos el próximo curso.
La gran exigencia de Quique, eso sí, será la confianza. El entrenador tiene claro que no quiere repetir capítulos como los de José Luis Mendilibar y no piensa quedarse en Sevilla para ser cesado a las primeras de cambio. Quiere un proyecto a medio-largo plazo, con paciencia, con garantías, con tiempo para desarrollar un "plan de juego" que devuelva al club a lo más alto.
Ante dichas exigencias, y peticiones, las dos partes deberán reflexionar, evaluar y tomar una decisión que devuelva, o al menos lo intente, la estabilidad al conjunto de Nervión.