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Sergio Álvarez, el símbolo del Sporting

Andrés Maese

El fútbol, al igual que la vida, da muchas vueltas. Sino que se lo digan a Sergio Álvarez que si hace unos años lloraba desconsoladamente junto a Lora tras un partido ante el Villarreal que les destinaba al descenso, ahora le ha tocado sonreír y dejar al Sporting de Gijón en Primera División.

Sergio Álvarez encarna los valores del sportinguismo. Un hombre de la casa que sabe lo duro que es llegar a la cima y lo imposible que resulta por momentos quedarse entre los mejores. Su lucha, su esfuerzo y su sacrificio le han llevado a liderar a su equipo del alma sin alzar la voz.
Debutó con el primer equipo junto a Manolo Preciado, tuvo que regresar al filial por falta de minutos. Su gran labor al frente del Sporting B le volvió a abrir las puertas del vestuario de los mayores donde se encontró con una de las mayores piedras en su camino. José Ramón Sandoval llegó a apartar al jugador del equipo porque lo consideraba "peligroso" ante la posible marcha del rojiblanco al Córdoba.
En lugar de abandonar su hogar, Sergio Álvarez prefirió dar un paso hacia atrás para coger carrerilla y de la mano de Abelardo, de aquella en el banquillo del filial, recuperaró la confianza y mostró su mejor versión.
La temporada pasada en el centro del campo del Sporting fue un auténtico escándalo, pero esta vez el avilesino se ha superado. Después de esperar al Sporting el pasado verano para renovar su contrato, se ha convertido en un auténtico líder sobre el terreno de juego.
Sin la verticalidad y velocidad de Jony, la elasticidad de Cuéllar o la habilidad goleadora de Sanabria, Sergio Álvarez es la piedra angular de su equipo. Su interpretación del fútbol, sus lecturas en los partidos, sus recuperaciones de balones y sus coberturas a los compañeros le convierten en un 'todocampista' que además selló la permanencia con dos goles vitales.
Ante el Getafe, abrió el marcador e hizo soñar con una victoria ante los madrileños con una espectacular volea, y contra el Villarreal, dejó sentenciada la permanencia con un derechazo desde la frontal del área, fue su particular broche a una temporada de ensueño.
La carrera que realizó tras anotar el gol en busca de la complicidad de sus compañeros y de su afición será recordada por mucho tiempo. Su mordisco al escudo y su sonrisa reflejan el sentimiento de un futbolista que debería de retirarse en el Sporting.

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