Además de un problema de calidad, para eso han llegado los fichajes, el Sporting evidenció ante Osasuna que sigue sin estar preparado para sortear los obstáculos que se presentan durante los encuentros. Le falta personalidad.
El viernes pasado, el conjunto gijonés no se encontró cómodo en ningún momento. Apenas sufrió, eso sí, para resistir al empuje de Osasuna durante la primera media hora. Después, sin embargo, se desmoronó. Con la primera ocasión se vino abajo. Impotente, desconcertado, caricaturizado.
De repente, el Sporting dejó de ser un equipo competitivo. En apenas cinco minutos Osasuna le creó cuatro ocasiones claras de gol, mientras los rojiblancos ni tan siquiera eran capaces de alejar el balón de su área. José Alberto se desesperaba desde la banda y sobre el verde nadie era capaz de reaccionar, de transmitir y estimular a sus compañeros para que reducir la sumisión a su rival. Sin personalidad.
En ese sentido, el Sporting lleva un par de temporadas buscando un líder. Los continuos cambios en su plantilla no le ayuda, por lo que el propio entrenador intenta adquirir él mismo una figura que es imprescindible para un equipo ganador.
Buena prueba de la falta de liderazgo lo muestra la incapacidad para remontar un resultado. Desde marzo de 2016, ya hace casi dos años, el conjunto gijonés no le ha dado la vuelta a un marcador adverso.