El exjugador del Sporting de Gijón, Ognjen Vranjes, vive inmerso en una polémica que nunca termina. En un nuevo capítulo de su azarosa vida, el defensa bosnio fue arrestado el pasado lunes por la noche en el aeropuerto de Charleroi al no poder presentar un permiso de residencia válido. Como refugiado sin papeles, fue obligado a pasar la noche en un centro cerrado para inmigrantes.
Vranjes había viajado a su Banja Luka natal para pasar un fin de semana con familiares y amigos, lejos de las preocupaciones en Anderlecht. Pero a su regreso a territorio belga, el bosnio se encontraba con una sorpresa desagradable. Su permiso de trabajo en Bélgica había expirado. La policía fronteriza lo consideró ilegal en el país y le prohibió ingresar al territorio. "La persona interesada afirma ser un jugador de fútbol de Anderlecht, pero no puede proporcionar ninguna prueba de esto", señaló la oficial responsable en su informe.
Debido a que Bosnia no pertenece a la Unión Europea, los bosnios deben tener una visa o documento de residencia válido. Vranjes tenía tal permiso de residencia, basado en su contrato de trabajo con el Anderlecht, pero fue suspendido desde el mes pasado. El origen del problema habría estado en una cancelación de contrato que hizo el bosnio mientras vivía de alquiler. Al cambiar de domicilio, la Oficina de Extranjería había seguido enviando la correspondencia a la misma dirección, por lo que Vranjes no habría recibido más noticias de su permiso de trabajo.
Tras su detención, la policía le hizo firmar una declaración de que sería enviado de regreso a su país de acuerdo con el procedimiento. Como no hay vuelos para Banja Luka el lunes por la noche, fue trasladado de Charleroi a Steenokkerzeel, cerca del aeropuerto de Zaventem. Pasó la noche allí en el cerrado centro de tránsito de Caricole. Sólo ayer por la mañana, la policía recibió los documentos necesarios para liberar a Vranjes y darle acceso al territorio nuevamente.
El exrojiblanco acumula conflictos. Primero con los fanáticos de la selección a los que llamó 'Bosniaks', (calificativo vinculado a la religión islámica), más tarde se tatuó las fronteras de la República de Srpska y luego la imagen de un comandante militar fascista. Estar en el ojo público durante semanas, por su escabrosa relación sentimental, tampoco le ha ayudado. Todo ello le ha terminado por costar su lugar en la primera plantilla del Anderlecht y poner fin a sus llamadas con la selección Bosnia.