Dicen los expertos en boxeo que el mejor juego de pies y de piernas era el de Cassius Clay. Así sacaba de sus casillas a los rivales y los cansaba. El tres veces campeón del mundo y campeón olímpico de los semipesados en 1960 de boxeo, Mohamed Ali, disputó 61 combates como profesional, con 56 victorias y tan sólo cinco derrotas. A su llegada, el mundo del boxeo estaba liderado por los boxeadores Floyd Patterson y Sonny Liston, pero pronto pasó a la historia aquel deportista que siempre hizo alarde de dos de sus mejores virtudes pugilísticas: un rítmico juego de piernas y un golpe demoledor que lo encumbraron. Con ese mortal juego de piernas y su increíble velocidad se deshizo de innumerables rivales.
Pues los que no tiene nada que envidiarle a Mohamed Ali respecto a ese juego de pies y de piernas son los dos porteros del Valencia CF, Diego Alves y Jaume Domenech, que han hecho una auténtica demostración de precisión y de control en el golpeo, que han sido casi perfectos en los ejercicios que este viernes por la mañana han trabajado con el técnico de porteros. A Diego se le nota mucho sus inicios en el fútbol sala porque tiene un manejo de sus pies que le viene de su vinculación cuando era pequeño con el futsal.
El que ha mejorado mucho ha sido Jaume Domenech, que cada vez trabaja con los pies y acertó en la mayoría de pases en profundidad que hizo sobre uno de los utilleros que les ayudó en el ejercicio. La portería del Valencia es una de las mejor protegidas y más trabajadas y han hecho gala del enorme trabajo que hay detrás. Cada vz son más rápidos con los pies y también hacen gala de una enorme puntería.
Diego es un habitual del trabajo con los pies y desde bien pronto trabajó mucho esta faceta. De hecho el Braclona puso sus ojos en él este verano precisamente por su perfil de pelotero, al igual que el alemán Ter Stegen. Es verdad que luego en los partidos ni Diego ni Jaume suelen arriesgar como el meta germano, pero sí que trabajan mucho el tren inferior porque tener un buen manejo del balón les permite errar lo mínimo posible a la hora de despejar o de dar salida al balón rompiendo la primera línea de presión del rival.