También se comunica sin hablar y eso Mateo Alemany lo controla a la perfección. Entró nervioso a la sala de prensa, comenzó a recibir preguntas y su intervención apoyándose en varios gestos que denotaban nerviosismo como juguetear con el boli, tocarse el pelo y taparse la boca cuando recibía las preguntas, pero conforme pasó el mal trago, se serenó y fue ganando en confianza. Como ejemplo, ese boli con el que comenzó jugueteando acabó dándole un mayor énfasis a sus respuestas sobre Peter Lim, el nuevo organigrama del club o el nuevo estadio.
Su intervención y su puesta en escena estuvo cuidada, lástima por esa mosca que puso el suspense en el ecuador de la rueda de prensa y que le hizo golpear el micrófono. Ahí frunció el ceño como cada vez que le preguntaban por cosas más incómodas: lo hizo cuando escuchó el nombre de García Pitarch y de Prandelli, también cuando tenía que explicar si estaba por encima de Alesanco, de Kim Koh o de Layhoon Chan.
Arrancó la rueda de prensa cabizbajo, repasando las notas que le arropaban, levantó la cabeza y oteó la relevancia que tenía su llegada a Valencia. Él mismo reconoció que dirigió un club pequeño y que lo que iba a vivir en Mestalla era un gran reto. Lanzó un mensaje claro de que es el máximo responsable como Director General y repitió hasta la saciedad "ilusión", "proyecto" y "exigencia". Aunque su máximo grado de forteleza llegó cuando llenó la sala de prensa con la palabra "club". Hacía falta alguién que dejera que las decisiones son de club y de nadie más.
Mateo Alemay fue a más y se fue apoderando de la situación. En todo momento mantuvo el contacto visual con las personas que le preguntaban, buscó la mirada de los interlocutores, clavaba los ojos en decenas de periodistas que escuchaban un discurso cada vez fue más contundente. Se mostró natural. Aquí se apoyó en su potente sonrisa, esa que le hace ser o parecer cercano y simpático, pero que demuestra que sabe sónde se ha metido y que sabe de qué va todo esto. La sonrisa transmite amabilidad y entendimiento. Es bastante expresivo y movió las manos a la hora de puntualizar o de querer remarcar algunos aspectos de su discurso, con lo que consiguió eliminar cualquier tipo de barrera con los aficionados a los que se dirigía. Sus gestos le servieron para apoyar y realzar su discurso y eso unido a que en todo momento mantuvo una actitud relajada lo que le hizo transmitir tranquilidad. Por cierto, no sé si fueron los nervios o si es que tenía mucha sed, pero el señor Alemany se bebería como dos litros de agua en los 45 minutos que duró su comparecencia.