Mateo Alemany cumple este miércoles 100 días como director general del Valencia CF y lo hace tras haber sufrido un brusco parón en las expectativas creadas sobre su gestión después de un comienzo fulgurante. El mallorquín, como cualquier dirigente, consume así el período que tradicionalmente se considera como el óptimo para que muestre las líneas maestras de su proyecto. La elección de Marcelino, las ampliaciones de Carlos Soler, de Lato, las ventas rápidas de jugadores con pie y medio fuera marcaron sus primeros dos meses. En las últimas semanas, sin embargo, el director general se ha dado de bruces contra los dos problemas del club y por lo que fue contratado: una plantilla cara con jugadores caros a los que es difícil encontrar un acomodo digno -Enzo Pérez es el ejemplo- y una situación económica paupérrima que, pese a sus intenciones, bloquea cualquier fichaje de cierto empaque.
Mateo llegó al cargo con fuerza un 27 de marzo, con las ideas claras y convencido de que si le había llamado Peter Lim no era para vender el club y sí dispuesto a quedarse un largo período para enderezar la nave valencianista. "He desmontado mi chiringo en Mallorca, y no lo he hecho para pasar unas vacaciones. Para que haya cambios es necesario tiempo, organización, trabajo y exigencia" dijo el día que fue presentado.
Al día siguiente ya se reunió con la plantilla y el mensaje fue claro y conciso, con la palabra "exigencia" como protagonista y con un objetivo: reforzar y apoyar a Voro; por aquel entonces entrenador y hoy su mano derecha como adjunto a la dirección general.
Sus primera gran intervención, tras anunciar que trabajaría hombro con hombro junto a Alesanco, fue, tras viajar a Singapur, firmar a Marcelino García Toral como entrenador. Era el técnico de consenso, el que el valencianismo quería tras varios hombres bisoños en el banquillo. Su cuota de popularidad subía y parecía que era el motor de un club que vivía en una profunda apatía deportiva y que un mes antes (10 de abril) había conocido que su presidenta, Layhoon Chan, se marchaba para dejar paso a Anil Murthy.
Aún subiría más en su cota de popularidad cuando días después de anunciar a Marcelino, Mateo Alemany finiquitaba la ampliación de contrato y la consiguiente nueva cláusula de Carlos Soler. Entrenador fichado, estrella atada, fue un mes de mayo espectacular para el director general que, ya en los últimos días del mes de junio, redondearía la apuesta del club por la cantera al renovar a Toni Lato también hasta 2021.
Y es que, Mateo Alemany como director general, vivió un inicio fulgurante de verano. Yoel Rodríguez y Pablo Piatti (ambos en mayo) fueron los primeros en salir, casi de forma inmediata. Poco después les siguería Matty Ryan, dejando seis millones en las arcas de la entidad, pero ahí la marcha del club empezó a ralentizarse. Y es que, el director general que en mayo había dibujado en una entrevista a ElDesmarque Valencia un panorama algo más esperanzador -"No necesitamos vender jugadores"-, coincidiendo con la presentación de la campaña de abonos aseguraba ya que "los fichajes tardarían en llegar".
Los fichajes, y las ventas. Y es que, aunque hace apenas cinco días se marchaba Enzo Pérez, su traspaso al River Plate ha sido en términos económicos ruinosos para el club. La operación del argentino ejemplifica de las dos grandes lacra con las que el director general ya tiene que luchar al cumplirse los primeros cien días de su mandato: el club no tiene dinero y los jugadores del Valencia valen muchísimo menos de lo que el club pagó por ellos.