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El acompañante más tierno de Geoffrey Kondogbia

David Torres

En el Valencia CF todo es felicidad. El equipo va como un tiro, segundo en Liga, imbatido en Copa, asombrando a propios y a extraños y no hay dificultad que pare al grupo de Marcelino. Este sábado ante el Celta el grupo dio una nueva lección de superación guiado por un portento de la naturaleza llamado Geoffrey Kondogbia. Fiero y decisivo en el terreno de juego, el mediocentro francés, sin embargo, aprovechó para mostrar su lado más tierno tras la trabajada victoria contra el Celta de Vigo. Si en el césped es Dani Parejo su inseparable compañero, en sala de prensa Kondogbia tiene un nuevo y valioso escudero: Noam, su hijo de dos años.

Como es habitual después de los partidos, el departamento de prensa señaló a los jugadores que iban a atender a los medios de comunicación. A Noam estas rutinas ni le van, ni le vienen. Él es un niño feliz de dos años que no quería soltarse de la mano de su padre. Así que, llegado el momento, Geoffrey, padrazo orgulloso, cogió de la mano a su retoño y se encaminó hacia la zona mixta, dónde infinidad de medios de comunicación esperábamos a Kondogbia padre y, sin embargo, disfrutamos del padre y del hijo. 
Así, mientras el mediocentro contaba que "sabíamos que iba a tocar sufrir y hemos ganado" o recordaba respecto a la lucha por la Liga que "Madrid y Barça son más fuertes y toca ser humildes. Tenemos confianza en nosotros y queremos ganar los máximos partidos posibles"; su hijo empezó a hacer las delicias de los presentes. Ahora me escondo, ahora cotilleo el enchufe de la luz y el jefe de prensa me coge la manita, ahora me pongo nervioso... Noam no veía el momento de conseguir su victoria, que no era otra que irse con su querido papi de la mano corriendo lejos de Mestalla. 
Noam, como Geoffrey, disfrutan del presente en Valencia porque del futuro, como explicó el mediocentro, "nunca se sabe. Yo estoy bien aquí y cómodo pero ahora tengo que concentrarme en mi trabajo. El futuro ya lo veremos más tarde", dijo ante la cara de satisfacción de Noam porque, por fin, ya se marchaban juntos a casa. Y es que, no puede haber acompañante más tierno.  
 

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