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El partido de una generación

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David Torres (Enviado Especial Sevilla)

El partido más importante de la década para el Valencia CF ya está aquí. En 90 minutos los once que elija Marcelino quieren convertir la final de Copa en un hito histórico para el club y conseguir la octava Copa para los anales de la entidad. Ganar la Copa del Rey, en el año del Centenario, ante el equipo que lleva cuatro títulos seguidos y en Sevilla, donde ya ganó un título hace veinte años ¿quién da más?

Una hornada de valencianistas que rompieron a llorar en Sevilla en 1999 llevan ahora de la mano a sus hijos a la final ante el Barcelona. Es el partido de una generación. El Valencia CF necesita su Copa en el Centenario (21 h. TVE)

Y es que, han pasado once años desde que el Valencia CF llegó a su última final, demasiado tiempo para un club histórico que acaba de celebrar su Centenario. Todos los astros se han alineado, las señales en el ambiente, las bajas del rival, la motivación por la Champions. Por cuadrar, hasta repite el árbitro que ya pitó la última final de la Copa, Undiano Mallenco.

Queda por pulir un detalle: Leo Messi. El argentino es el mejor del mundo, capaz de decidir el signo de un partido, de una final. Si el Valencia CF consigue minimizar su influencia en el juego podrá plantarle cara a un Barcelona que llega sin Luis Suárez, Dembelé, Ter Stegen, Boateng y Rafinha; y las algunos jugadores tocados. Sin duda, eso facilita las cosas, pero no las simplifica como para convertir al Valencia CF en favorito. Ni eso, ni el hecho de que los catalanes lleguen tocados por la debacle sufrida en Champions League.

Una hornada de valencianistas que rompieron a llorar en Sevilla en 1999 llevan ahora de la mano a sus hijos a la final ante el Barcelona. Es el partido de una generación. El Valencia CF necesita su Copa en el Centenario.

El Valencia CF, por el contrario, llega con la única baja de Denis Cheryshev, pero con la buena noticia de que Geoffrey Kondogbia y Garay están para jugar en perfectas condiciones y, lo normal es que sean titulares en el Benito Villamarín. Hay dudas respecto a algunos puestos, pero será en todo caso un once para la historia, un equipo de gala capaz de doblegar al FC Barcelona, equipo al que ha tuteado en dos ocasiones esta temporada. Queda la espinita clavada de convertir esas sensaciones en victorias.

Las bajas del Barcelona facilitan las cosas, pero no las simplifica como para convertir al Valencia CF en favorito.

Barcelona y Valencia CF se cruzaron cuatro veces antes en una final. Dos cayeron del lado culé, dos del blanquinegro. Es la hora de desempatar y, en el caso valencianista, de saldar una vieja deuda con la historia.

De inicio Marcelino apostará, lo ha dicho, por Jaume Doménech, el portero de la Copa del Rey. En la zaga, recuperado Garay, jugarán el argentino, Gabriel Paulista, Gayà y Piccini o Wass. Es la gran duda en la zaga: la velocidad del italiano contra la prestancia del internacional danés.

La banda derecha, sin duda, es la que más quebraderos de cabeza genera al cuerpo técnico. Pasa en la zaga y pasa en el medio, donde Carlos Soler debería ser titular en condiciones normales, pero no es descabellado pensar que el técnico amarre incluyendo a Coquelin. Para hacerlo, eso sí, primero tendrá que convencerse de que Geoffrey Kondogbia está bien y puede acompañar a Dani Parejo. Si el de República Centroafricana está para salir de inicio será el escudero del capitán. Si no, por fortuna, siempre quedará Coquelin. En la izquierda no hay debate, juega Guedes, el jugador franquicia, el fichaje más caro y al que se le espera con ansias hoy. Arriba con Rodrigo Moreno tampoco hay debate. El internacional absoluto será titular y su acompañante, por aquello de la velocidad y el desmarque, Kevin Gameiro. Santi Mina tiene opciones, pero parece que el gallego tenga que esperar sus oportunidades desde el banquillo.

Juegue quien juegue será un once de gala, para el recuerdo y para la historia, que una generación de valencianistas recitará de memoria si consiguen, como así indica la ilusión de su afición, convertir la final en un título. La afición, la que nunca falla, tampoco lo hará en Sevilla. Desde el viernes por la noche tiznan de blanquinegro la capital andaluza que tiene, sin duda, un color especial. Y un aroma a victoria como hace veinte años, como hace quince, cuando fue tierra sagrada para el valencianismo que, una generación después, vuelve para jugar una final. Perdón, para ganarla. Porque las finales se ganan, no se juegan.

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