Entre la inmensidad de las gradas de Mestalla, apenas un centenar de personas contemplamos el regreso de LaLiga Santander al Cap i Casal. Preocupados por no fallar en las medidas sanitarias, sudorosos con guantes y mascarillas observamos pacientes como Valencia CF y Levante UD dieron los primeros pasos de una cita histórica, de un derbi en el que la victoria cayó del lado de la normalidad cuando la pelota comenzó a rodar, empezó a ganarse la batalla contra el COVID-19.
El silencio sepulcral contrastaba con la nitidez que se veían las pancartas en Mestalla en ambos fondos o se escuchaban las conversaciones a cincuenta metros de distancia cuando la megafonía lo permitía.
Que no iba a ser un derbi como cualquier otro lo sabíamos todos. Ustedes y yo, y los jugadores, y hasta el más pintado. Pero saberlo no es ser consciente. Eso sucedió cuando para entrar al campo empezó el ritual: toma de temperatura, guantes -no valían los de casa- y ubicaciones especiales. En los calentamientos se oía todo, el contacto de la pelota, las palmas y las instrucciones. Cada balón que golpeaba las gradas retumbaba como un cañonazo en el viejo coliseo valencianista. Fuera había poco ambiente. Apenas un centenar de valientes jalearon en sus equipos. Dentro, diga lo que diga el parche de televisión, pocos más repartidos por las gradas.
El mínimo personal hizo que el minuto de silencio en recuerdo a las víctimas del COVID-19 fuera más silencioso y respetuoso que nunca.
A las 22.03 empezaba el derbi de la nueva normalidad, de la nueva raridad. Los narradores gritaban, pero los "vamos", "mía", "dame", toma" y los "¡¡¡Ehh!!" del césped se llevaban la palma.
Los banquillos, esos que modifican tantos partidos en las categorías inferiores pero que con Mestalla lleno no se notan, adquirieron el protagonismo que merecen. Paco gritaba más que Albert, que optaba por gesticular para quejarse por un saque de banda que no era o por las imprecisiones de los suyos en la entrega.
Las patadas, los gritos y los quejidos impresionaban. Desde luego. El pitido seco del colegiado imponía más que un día normal. Es la nueva raridad a la que todos nos acostumbraremos.
Que el próximo minuto de silencio en un derbi no lo guarden 200 en Mestalla, que seamos 50.000 Esa será la mejor noticia de todas
Con todo, y al tiempo que llegaba la primera pausa para la hidratación, los presentes ya habíamos olvidado el artificio y nos habíamos centrado en lo importante: Ellos en jugar y ganar, nosotros en contarlo, y ustedes en disfrutarlo. Porque, a fin de cuentas, después de muchos meses de incertidumbre, tristeza, dolor y pérdida, la vida se abre camino de nuevo y es un lujo poder volver a contar un derbi El primero después de que el mundo cambiara para siempre. Y es que, en el fondo, aunque el envoltorio haya cambiado, lo importante sigue siendo lo mismo: la rivalidad entre chotos y granotas, el once contra once y el fútbol en sí. E Eso sí, que la próxima vez el minuto de silencio en el derbi no lo guardemos 200, sino 50.000 personas y que ese primer "piiii" del colegiado inicie un derbi de los de antaño. De momento, hemos vuelto, que no es poco.