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México 1968: Marcas de leyendas y el Black Power

Javier Carbonero

México se convirtió en el epicentro mundial del deporte en apenas dos años. Los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial de fútbol de 1970 colocaron al país azteca en el escaparate. Una situación similar, aunque en orden inverso, a la que sucede en la actualidad con Brasil, que celebró el Mundial de fútbol hace dos años y que ahora en unos días afronta los Juegos Olímpicos.

Después de dos candidaturas fallidas, México consiguió sus Juegos. La edición fue la primera organizada por un país hispanohablante, la primera de una nación en vías de desarrollo y la primera en la que se practicaron controles antidopaje y de género. También fue la primera ocasión en la que se retransmitía de manera íntegra y a color todos los Juegos. 

Dudas sobre la altitud

La elección de México para albergar los Juegos planteó dos dudas por parte del panorama internacional. De un lado, por primera vez un país emergente iba a ser el encargado de organizar este acontecimiento. Claro que el país había crecido mucho en los últimos años, el denominado 'milagro mexicano', y se basó en muchas de las instalaciones que ya tenía con anterioridad para los Juegos Panamericanos de 1955.
La otra gran incógnita era la de la altitud y cómo podía afectar a los deportistas. La capital azteca se encuentra a 2.420 metros sobre el nivel del mar. Una cuestión que el Comité Organizador trató de resolver con la celebración de tres competiciones internacionales preolímpicas entre los años 1965 y 1967. Semanas deportivas en las que se invitaron a atletas para probar las sensaciones y que sirvieron también para realizar estudios médicos sobre cómo afectaba la altitud. 

Sin Sudáfrica y con las dos Alemanias

Por tercera ocasión en la historia, los Juegos Olímpicos se celebraron en otoño. Fue entre el 12 y el 27 de octubre, con una participación de 5.516 atletas -4.735 hombres y 781 mujeres-, que compitieron en 20 modalidades deportivas. Un total de 112 países estuvieron presentes en esta edición, de la que fue excluida Sudáfrica por políticas racistas. Otra curiosidad fue que por primera vez las dos Alemanias participaron por separado.

Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México, inauguraba los Juegos de 1968 con una antorcha que llegaba al Estadio Olímpico Universitario, tras emular la ruta de Cristóbal Colón. España, con ciudades como Barcelona, Madrid o Sevilla, vio transcurrir por sus calles la llama. La edición arrancaba días después de que el ejército mexicano arremetiera contra una manifestación en la Plaza de las Tres Culturas, con varias decenas de fallecidos. 

El saludo Black Power

La imagen que quedó grabada de los Juegos Olímpicos de 1968 fue el gesto de Tommie Smith y John Carlos en la ceremonia de la entrega de medallas de los 200 metros de atletismo. Oro el primero y bronce el tercero, los dos ejecutaron el saludo del Black Power como señal de protesta por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. Todo en un momento de gran sensibilidad y cambios con este asunto.
Los dos velocistas, enfundando sus puños en un guantes negros, alzaron sus manos mientras sonaba el himno norteamericano. Smith, que había ganado el oro y había batido el récord del mundo de la prueba (19.83), se acompañó con un pañuelo negro alrededor de su cuello para representar el orgullo negro. Carlos tenía su chándal desabrochado como muestra de solidaridad con todos los obreros. El australiano Peter Norman, segundo en el podio y de raza blanca, se solidarizó con sus compañeros.

Nada finalizar el himno, el público abucheó a los atletas. Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional por entonces, pidió la retirada de los dos atletas del equipo de Estados Unidos y su expulsión de la Villa Olímpica. Algo que no sucedió por intermediación del Comité Organizador.

El 'salto del siglo'

México 1968 sirvió, entre otras cosas, para demostrar la evolución de las marcas y mejoras deportivas. Los 29 récords mundiales y 17 plusmarcas olímpicas lo atestiguan. Especialmente llamativo fue el denominado 'salto del siglo' que protagonizó Bob Beamon.
El atleta norteamericano batió el récord del mundo de salto de longitud que colocó en 8,90 metros. México fue testigo de uno de los prodigios del deporte olímpico, ya que la marca superaba en 55 centímetros a la anterior. Fue tal la barbaridad de salto, que el récord mundial permaneció vigente 23 años hasta que en 1991 Mike Powell alcanzó los 8,95 en el Mundial de Tokio en 1991.

Quedará para el recuerdo también la forma en la que el estadounidense Richard Fosbury superó los 2,24 metros en salto de altura con su nuevo estilo, después de batir de espaldas el listón. Igualmente llamativa fue la marca de Jim Hines, el primer hombre en bajar de 10 segundos en la historia en los 100 metros lisos.

Vera Cáslavská, la reina de la gimnasia

La gran reina de los Juegos Olímpicos fue la gimnasta checa Vera Cáslavská, con la consecución de seis medallas. Ganó en las pruebas de suelo, barras asimétricas y salto de potro, así como el título general individual. Fue plata en barra de equilibrio y por equipos.
La gimnasia también dejó para la leyenda olímpica el nombre del ruso Mikhail Voronin, que conquistó hasta siete medallas, dos de ellas de oro. Fue el mejor en salto de potro y barra horizontal; plata en equipos, individual, anillas y barras asimétricas; así como bronce en caballo con arco.

Estados Unidos manda, España sin medallas

Estados Unidos afianzaba su supremacía en el medallero final, después de que cuatro años antes en Tokio ya hubiera sido también primero. Los norteamericanos alcanzaron las 107 medallas, de las que 45 fueron de oro, 28 de plata y 34 de bronce. La URSS era segunda con 91 metales finales, de los que 29 eran de oro, 32 de plata y 30 de bronce. Japón era tercera en esta clasificación con 25 medallas en total.
Con la Guerra Fría como telón de fondo, la rivalidad entre Estados Unidos y la URSS se trasladó a los Juegos Olímpicos de México 1968. Las dos grandes potencias competían en la pista, pero también era un pulso para demostrar qué nación era más potente y estaba mejor preparada.

La delegación española en los Juegos Olímpicos de 1968, con el regatista Gonzalo Fernández como abanderado, constó de 124 deportistas, dos mujeres y 122 hombres. El número de deportistas españoles era más del doble respecto a la anterior cita olímpica, la de Tokio 1964 en la que sólo fueron 53. Eso sí, España no conquistaba ninguna medalla en los 11 deportes en los que tuvo representación en tierras mexicanas.
Sí logró tres diplomas olímpicos. El nadador Santiago Esteva acabó quinto en los 200 metros espalda fue uno de ellos. Los otros dos diplomas llegaron por equipos. Uno era para el combinado de fútbol masculino de España, que finalizó quinto el torneo; el otro para el equipo masculino de hockey sobre hierba que acabó sexto.

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