El corazón de Brasil, mezcla de pueblos, culturas y sensibilidades, eligió para inaugurar los primeros Juegos Olímpicos que se celebran en Sudamérica un mensaje de compromiso con el planeta, en el que implicó a los más de 10.000 atletas que desfilaron por el escenario inigualable de Maracaná.
El estadio deportivo más célebre del mundo, testigo de tantas hazañas, selló su unión para siempre con el olimpismo en una ceremonia divertida, ágil, comprometida y que dio prioridad a la estética por encima de la tecnología.
Los indígenas, los inmigrantes europeos, los esclavos llegados de África, el aeroplano de Santos Dumont, la chica de Ipanema, las escuelas de samba y los niños de las favelas desfilaron con igual protagonismo por el escenario, en la gran fiesta que precedió a la llegada de los atletas.
Los organizadores de la ceremonia, el director de cine Fernando Meirelles y el productor Marco Balich, habían prometido una apertura "nada opulenta" y en la que mostrarían "una reinterpretación de Brasil".
Pero no habían advertido de que el espectáculo llegaría acompañado de un tirón de orejas a los habitantes del planeta por el mal trato que le deparan.
El gran lienzo blanco que cubría el césped fue una enorme pantalla sobre la que se proyectaron imágenes impactantes alusivas a la naturaleza, el urbanismo y la vida de Brasil.
En un extremo del estadio, una favela levantada con enormes bloques verticales sirvió de pista de baile a los artistas. Más de 5.000 voluntarios y 300 bailarines profesionales participaron en la ceremonia.
Un completo repaso a la historia del país dio paso a nombres, canciones y escenas conocidos por todos los presentes. Las diversas músicas de Brasil tuvieron su justo homenaje.
La 'garota de Ipanema' fue encarnada por la modelo Giselle Bündchen, que puso fin a su carrera con un desfile sobre la pasarela más larga que habrá pisado nunca: los más de cien metros que recorrió sonriente de un extremo a otro de Maracaná.
El estadio entero cantó y bailó 'País tropical' antes de que se hiciera el silencio para que Brasil, el país que disfruta en su casa del mayor jardín del globo, la Amazonía, invitase a los terrícolas a 'replantar' el planeta.
El calentamiento global, el deshielo de los polos y la subida del nivel del mar se colaron en la celebración, con una llamada a poner remedio y el recuerdo de que hay soluciones. Como la que Río 2016 encomendó de manera simbólica a los atletas: la siembra de una semilla que crecerá en el parque olímpico de Deodoro.
Apenas 50 minutos después de que empezase la ceremonia ya estaban los deportistas desfilando por el estadio.
Cada uno introdujo su semilla en unos cartuchos de tierra de los que crecerán 207 especies diferentes, una por delegación participante. Había donde elegir: hay más de 50.000 catalogadas en Brasil.