Andy Murray ganó este domingo el oro olímpico a Juan Martín del Potro en una final a lo Copa Davis, ensordecedora y emocionante, con los aficionados dispuestos a superar el umbral de ruido que se tolera en una cancha de tenis.Natalia Arriaga
El público de la pista central del Parque Olímpico de Río aplaudió por igual aciertos y errores, cantó sus canciones, abucheó las de los otros y blandió de forma enfervorizada banderas, bufandas y camisetas en todos los descansos.
Los símbolos a favor de Del Potro ganaron por diferencia. Los graderíos se forraron con pancartas y leyendas a favor del jugador, de su país, de su ciudad... y de todo lo que sonase a argentino. "¡Papa Francisco!", llegó a gritar un aficionado.
El público local mostró pronto sus preferencias. En cuanto la hinchada comenzaba a corear el "Vamos, vamos, Argentina" o el "Oe, oe, oe, oe, Delpo, Delpo", los cánticos eran contestados por el abucheo que los seguidores brasileños ya han hecho célebre en los estadios olímpicos durante estos Juegos.
Cualquier atisbo de protesta por parte de Del Potro, un mero acercamiento a comentar con el juez árbitro, provocó la misma reacción.
Entre los símbolos de apoyo a Murray, mucha Union Jack, mucha peluca pelirroja y alguna bandera escocesa.
No se completó el aforo y hubo más gente presenciando el partido al principio que al final.
Mientras se disputaba la final, se colaron en el estadio los gritos de los guías del Parque Olímpico que, megáfono en mano y en lo alto, precisamente, de una silla de árbitro de tenis, orientan a los aficionados. Sin saber si al lado se está jugando un punto de break o un resto decisivo. "¡A la derecha el velódromo! ¡De frente, los saltos de trampolín! ¡Sigan para la Arena Carioca!".
Las ovaciones procedentes de otros estadios y la sirenas de las ambulancias circulando por las inmediaciones completaron la banda sonora del partido. Hubo escasos instantes de silencio absoluto.
Gustavo Kuerten, presente como comentarista de televisión, fue obligado a saludar al grito de "¡Guga, Guga!".
Incluso la imparcialidad del Ojo de Halcón fue puesta en duda y esta tecnología inocente fue objeto de palabras malsonantes cuando emitió un veredicto no del agrado de los seguidores.
Con Murray a dos puntos de cerrar el partido, un espectador argentino fue conducido fuera del recinto por las fuerzas de seguridad, tras provocar a otro sector de la tribuna.
Mientras todo esto ocurría en la grada, abajo en la cancha dos hombres que se distinguen por sus gestos contenidos se jugaban el oro olímpico. Entre ellos el respeto fue máximo durante cuatro horas de contienda. Tras el último punto, Murray consoló a Del Potro como si le diese vergüenza mostrar su alegría. Luego comenzó a llorar.