La unión de Eva Calvo con el taekwondo fue fruto de una casualidad. Su padre, Fede, se tropezó por las calles de Leganés con uno de los muchos carteles que José María Martín 'Xixo' había pegado en paredes, farolas y marquesinas anunciando la apertura de una nueva escuela de taekwondo.
Estaba muy cerca de su casa y decidió que las artes marciales podrían ser un buen entretenimiento para sus dos hijas, Eva y Marta.
Era el año 2006 y, por aquel entonces, parecía inimaginable que la mayor, de 15 años, pudiera llegar a convertirse diez años después, con 25, en medallista olímpica. Lo logra en los Juegos de Río de Janeiro haciendo buenos los pronósticos de su preparador, quien antes de la comparecencia de Eva Calvo en la ciudad brasileña había adelantado que su pupila estaría en el podio.
Con su lucubración jamás pretendió ser arrogante sino sincerarse sobre las posibilidades reales de aquella niña que una década antes se había plantado en el club Sánchez Élez Sanabria con escasa coordinación. La práctica hasta los 13 años del atletismo, sin embargo, convirtió pronto las piernas en su punto fuerte. "Y en este deporte", puntualiza Eva, "las patadas son fundamentales".
Su certera ejecución del Mondolio Nako, una patada a la cara con giro completo, la llevó a dominar a sus rivales pero, sobre todo, a vencer su timidez. De pequeña, reconoce, le daba vergüenza incluso salir a por el pan. Pero a través del taekwondo encontró las herramientas para derribar sus miedos. Modificó incluso su forma de vestir y de peinarse, para satisfacción de su preparador.
"No hay nada que te haga más crecer que ver a un niño que viene y es tímido y que a través del taekwondo gana en seguridad en sí mismo. Ver cómo se desenvuelve ahora Eva no tiene precio", recalca Xixo en el libro 'A por más' (LID Editorial), escrito por la redacción de Deportes de la Agencia EFE.
Diez años más tarde del primer encuentro entre ambos, Eva Calvo se convirtió en subcampeona olímpica. Este miércoles alcanzó la final de la categoría de menos de 57 kilogramos en los Juegos Olímpicos de Río 2016 siguiendo los consejos de su técnico.
A uno de los lados del tapiz se situó el entrenador federativo Marco Carreira, pero en la grada Eva Calvo buscó también la serenidad que siempre le transmite Xixo.
"Disfrutar" es la palabra que le repite en cada entrenamiento. Su facilidad para rebajar la tensión de la competición fue clave para la eclosión de la madrileña, que aparcó sus estudios de matemáticas para poder resolver la ecuación más determinante de su carrera deportiva en Brasil.
Su excelente rendimiento en la ciudad carioca es solo un capítulo más de una carrera que la contempla como campeona de los Juegos del Mediterráneo de 2013 y del Europeo de Bakú en 2014.
Además, fue plata mundial en Cheliábinsk (Rusia) en 2015 y bronce en la cita mundialista de Puebla (México) en 2013, tercera en los Juegos Europeos de Bakú y subcampeona del Grand Prix de taekwondo que se disputó en México, entre otros honores.
"Él nos deja claro que aquí estamos para divertirnos. No es como otros técnicos que se centran sólo en hacer repeticiones, sino que te deja crear y va un paso más allá del hecho de pegarse", señala.
Este factor fue determinante cuando, en los Campeonatos escolares de 2007, se lanzó a competir. Tenía 16 años y, cumplido el primer asalto de su primer combate, acumulaba una desventaja de 6-0.
Xixo la invitó a abandonar si aquello le estaba haciendo sufrir. Eva decidió seguir peleando. Remontó el combate y terminó ganando el campeonato.
"En aquel momento me di cuenta que realmente era una competidora", asegura su maestro, fascinado asimismo por su capacidad de entrega y de sacrificio.
Eso le llevó a hacer realidad su sueño olímpico. Una plata que compartió, a medias, con su hermana Marta. Una decisión de los jueces en el preolímpico dejó a la pequeña fuera de la carrera hacia Río, pero su hermana mayor la 'repescó' como esparrin y reserva.
Ella fue la primera que la recibió, emocionada, en la sala que los atletas tienen en el sótano del Carioca Arena 3.
Marta había sido, junto a sus padres, la que más sufrió en el duelo de semifinales -en el que aseguró la medalla- ante la egipcia Hedaya Wahba, resuelto en el punto de oro.
A ella le debe Eva, en gran medida, su incursión en el taekwondo ya que fue quien más insistió para que acudiera a las clases de aquel arte marcial japonés. A la mayor de las hermanas le daba vergüenza dirigirse al gimnasio donde después se desarrolló.
Juntas entrenan todos los días.
Juntas calientan antes de cada combate.
Juntas comparten desvelos, consejos en las concentraciones y algún cinturón, como el que portaron en la conquista de sus subcampeonatos mundiales en Rusia.
Juntas repiten "el baile del pollo" antes del salto al tapiz.
Juntas vivieron el primer éxito olímpico de Eva.
Juntas esperan repetir experiencia en Tokio 2020 tras no haber podido vivir ambas la magnitud de la competición en Brasil.