La reina de las alturas, la pertiguista rusa Yelena Isinbáyeva, tocó hoy el cielo por última vez al decir adiós tras una brillante carrera que la convirtió en una de las mejores atletas de la historia.
"La que gane el oro en Río en mi ausencia, será igual que si quedara segunda", dijo Isinbáyeva tras ser excluida junto al resto del equipo ruso de atletismo de los Juegos de Río de Janeiro por la IAAF.
Esa mezcla de seguridad y arrogancia es el legado imborrable de una atleta que pasó a la historia por ser la primera en superar la barrera de los 5 metros y convertir una disciplina totalmente desconocida en una de las más populares del atletismo femenino.
"Mi único rival es el listón", repitió una y otra vez a lo largo de los años la rusa, que dominó de manera aplastante su disciplina entre 2004 y 2008.
El historial de la zarina de la pértiga es envidiable: dos oros olímpicos (Atenas 2004 y Pekín 2008) y un bronce (Londres 2012); siete mundiales (cuatro de ellos en pista cubierta) y dos europeos (uno en sala).
No obstante, lo que le granjeó la admiración del mundo fueron sus 28 récords mundiales, sus saltos por encima de la antaño inalcanzable barrera de los 5 metros, sus vuelos que desafiaban la gravedad y su atractivo físico, que atrajeron a miles de personas a los estadios.
En particular, tres saltos encumbraron a Isinbáyeva al olimpo del atletismo: los 5 metros que superó por primera vez un 22 de julio en Lndres; los 5,05 que le proporcionaron el oro en Pekín y los 5,06 que logró en Zúrich en agosto de 2009, actual récord mundial.
"Era muy importante ser la primera en saltar cinco metros. Me habría suicidado si se me anticipa otra", confesó.
Los especialistas y los aficionados no se tomaron en serio la pértiga femenina, que sólo se convirtió en olímpica en Sydney 2000, hasta la fulgurante aparición de la rusa, que logró 18 récords en sus primeras dos temporadas entre la elite.
Bajo la dirección técnica del ruso Yevgueni Trofímov, Isinbáyeva progresó de manera meteórica y sus marcas parecían no tener techo, hasta el punto de que su entrenador aseguró que llegaría a superar el listón situado a 5,15 o 5,20 metros.
Entonces, Isibáyeva, una atleta que ganó su envidiable elasticidad practicando gimnasia de niña, decidió dar un giro copernicano a su carrera y seguir la senda marcada en la década de los 80 del siglo pasado por el ucraniano Serguéi Bubka: récords, espectáculo e ingresos millonarios.
Rompió con el entrenador que la encumbró, dejó su Volgogrado natal y se instaló en Mónaco, mientras entrenaba en Italia bajo la dirección del búlgaro Vitali Petrov y firmaba lucrativos contratos publicitarios.
La zarina siguió cosechando éxitos, pero sus récords comenzaron a ralentizarse. Desde que se radicó en Mónaco y se entrenó en Formia (Italia), Isinbáyeva logró nueve récords mundiales, cinco en pista cubierta -todos en Donetsk- y cuatro al aire libre, en cinco temporadas bajo las órdenes de Petrov, entrenador de Bubka.
Además, se proclamó campeona olímpica en Pekín (2008), mundial al aire libre en Osaka (2007), en pista cubierta en Moscú (2006) y Valencia (2008), y continental bajo techo en Madrid (2005) y al aire libre en Gotemburgo (2006).
No obstante, su progresión, que parecía imparable, se frenó en seco, hasta el punto de que en 2010 se retiró durante varios meses tras no lograr ningún saltó válido en los Mundiales disputados al aire libre en Berlín (2009) y quedar en cuarto lugar en los Mundiales bajo techo de Doha (2010).
Trofímov, que tardó en olvidar la traición de su pupila, culpó directamente a Petrov del estancamiento de la campeona olímpica, por permitir que se le subiera la fama a la cabeza.
"Es un stradivarius y la tocan como si fuera una balalaika (mandolina)", aseveró.
En 2011 Isinbáyeva regresó a su ciudad natal, tras más de cinco años de exilio, para entregarse en los brazos de su descubridor y ese mismo año logró el título mundial bajo techo.
Aunque falló en los Mundiales al aire libre de Daegu 2011, en los que sólo pudo ser sexta, y se tuvo que conformar con el bronce en los Juegos de Londres, regresó a la cima en los Mundiales de Moscú en 2013 al colgarse un nuevo oro.
Entonces, decidió cumplir con otro de sus sueños, ser madre, para regresar por última vez, ya como "Mamá Lena", y proclamarse de nuevo campeona olímpica en Río de Janeiro en lo que debían ser sus quintos últimos Juegos.
El escándalo de dopaje que ha salpicado al deporte ruso truncó su último sueño y le obligó a colgar definitivamente una pértiga que tiene 28 muescas, los récords mundiales que marcó, a siete de los 35 de su ídolo: Bubka.