La estadounidense Gwen Jorgensen cumplió los pronósticos y se proclamó campeona olímpica de triatlón este sábado, al imponerse en la prueba de los Juegos de Río, disputada en el circuito trazado en torno a la playa de Copacabana.
Jorgensen, de 30 años y doble campeona del mundo, se consagró este sábado al ganar una prueba disputada con un recorrido de 1.500 metros a nado, cuarenta kilómetros en bici y diez más de carrera a pie, que cubrió en una hora, 56 minutos y 16 segundos, cuarenta menos que la suiza Nicola Spirig, a la que sucedió en el historial olímpico y que, tras ganar oro hace cuatro años en los Juegos de Londres, se conformó esta vez con una plata sobresaliente.
La estadounidense, 'reciclada' de la natación y el atletismo hace apenas seis años, había sido noticia en abril cuando, tras ser segunda en Gold Coast (Australia), se acabó su racha de más de dos años y trece carreras ininterrumpidas ganando cada prueba del Mundial que disputaba. Esta vez no dejó escapar su oportunidad y ganó la carrera más importante de toda su vida.
Carolina Routier, novia de Mario Mola, líder del Mundial y que el jueves se conformó con un diploma al acabar octavo -en la exhibición de los hermanos Brownlee, en la que Alistair revalidó oro olímpico-, fue la mejor española en las aguas de Copacabana, donde se nadaron, a una vuelta y en mar abierto, los primeros 1.500 metros de la prueba.
Routier, nacida hace 26 años en Banyoles (Girona), acabó retirada, pero estuvo imperial en la icónica playa carioca y, en espera de nuevas mejoras, nadie le quitará ya el honor de haber ganado el segmento de natación en unos Juegos, los de Río. Donde salió del agua por delante de la estadounidense Katie Zaferes, una de sus compañeras de entrenamiento, que venía de ganar la última prueba del Mundial, en Hamburgo; y la surafricana Mari Rabie.
Jorgensen salió bien colocada del agua y evitó la emboscada en bici, con el primero de los dos repechos duro, antes de una bajada técnica, en un circuito de cinco kilómetros al que se dieron ocho vueltas.
La campeona de Wisconsin entró en el grupo cabecero de 18, en el que también pedaleaban, entre otras, sus compatriotas Zaferes y Sarah True (Groff, de soltera) -antes de retirarse, accidentada-, las medallistas olímpicas australianas Emma Moffatt y Erin Densham (bronce en Pekín y en Londres, respectivamente), la chilena Bárbara Riveros, la mexicana Claudia Rivas y la neozelandesa Andrea Hewitt.
Con Spirig, colosal este sábado, tras no dejarse ver en todo el año, tirando de un grupo también integrado por la sueca Lisa Norden -a quien la 'foto finish' relegó a plata hace cuatro años en Londres-, las británicas Non Stanford y Vicky Holland; y Flora Duffy, de Bermudas, líder del Mundial.
Por detrás, se habían quedado cortadas las españolas, pero Ainhoa Murúa, la competidora de más edad (38) -que junto a Spirig igualó este sábado las cuatro comparecencias olímpicas de la alemana Anja Dittmer, ya retirada- permanecía en el grupo perseguidor.
Ainhoa, plata en el Europeo de Eliat (Israel) en 2012; bronce en el de Ginebra (Suiza) y Diploma olímpico en Londres, donde fue séptima, había sido duda hasta última hora. Pero con una fortaleza digna de aplauso, la triatleta vasca compitió con fractura de estrés en el calcáneo izquierdo, infiltrada y con un fuerte vendaje.
Lo de menos fue el resultado. Se retiró poco después de arrancar la carrera a pie, llorando, tras casi hora y media de sufrimiento. Este sábado fue una de las triunfadoras. Al igual que Fabienne St.Louis, de las Islas Mauricio, de menor proyección internacional, pero que en Río salió a competir a pesar de que en diciembre se le hubiera diagnosticado un cáncer.
A Jorgensen -nadadora y atleta en la Universidad de Wisconsin y captada, tras doctorarse en contabilidad, por su federación de triatlón, que la convirtió en estrella mundial- había que batirla en la bici. Su segmento más 'flojo'. Que prepara a conciencia con su marido, el ex ciclista Patrick Lemieux
Pero los amagos no se convirtieron en intentos. Y Gwen se bajó a correr con la prueba situada exactamente donde quería.
Rabie salió la primera de la segunda transición, por delante de Spirig, marcada por la estadounidense, que pronto hizo valer su impresionante zancada y tomó la iniciativa junto a la suiza. Que después de los Juegos de Londres se casó con su compatriota el ex triatleta Reto Hug y en Río compitió como madre.
Ambas se despidieron pronto en la pista de 2.500 metros diseñada en la Avenida Atlántica, el paseo marítimo de Copacabana, a la que se dieron cuatro giros. Por la que, por detrás, hicieron la primera selección por el bronce la galesa Stanford y la inglesa Holland; con Moffatt y Riveros, que, por ese orden acabaron descolgándose.
Jorgensen no calibraba del todo las fuerzas (enormes) de Spirig y, por si acaso, no le iba a conceder la oportunidad de un sprint final. Así que enchufó la directa en la última vuelta, consagrándose como la reina del triatlón. Con un trono bien cimentado en sus dos títulos Mundiales y en su récord de 17 triunfos en pruebas de las 'World Series'. Pero que sin el de este jueves hubiera quedado puesto en duda.
Gwen no dio opción y cedió la emoción a la lucha por el bronce, resuelta a favor de Holland, en detrimento de Stanford. La chilena Riveros firmó un memorable quinto y se llevó un Diploma, al igual que Moffatt, Hewitt y Duffy, que acabaron sexta, séptima y octava.
Jorgensen cubrió sonriente los últimos metros de la prueba y una vez traspasada la meta, la emoción la sobrepasó y rompió a llorar.
Minutos después recuperó una sonrisa más brillante aún cuando la española Marisol Casado, presidenta de la Federación Internacional de Triatlón (ITU), le colgó al pecho la tan ansiada como merecida medalla de oro.