En un país donde el voleibol se vive con una pasión sin igual, la selección brasileña cumplió hoy el sueño de millones de personas al conquistar la medalla de oro en el emblemático pabellón Maracanazinho, considerado un templo por todos aquellos que aman este deporte.
Después de tener que conformarse con ocupar el segundo escalón del podio en las dos últimas ediciones olímpicas, Londres 2012 y Pekín 2008, la mayor potencia de este deporte en América Latina volvió a coronarse con el oro tal y como hizo en Atenas 2004 y, por primera vez en su historia, en Barcelona 1992.
Brasil encaraba los Juegos Olímpicos como una de las grandes favoritas a subirse a lo más alto del podio, no tanto por jugar en casa o por su impresionante historial, como por presentar un equipo perfectamente equilibrado e inteligentemente dirigido por Bernardo Rezende, uno de los técnicos más respetados del circuito mundial.
Sin embargo, el sueño que hoy se hizo realidad a punto estuvo de convertirse en pesadilla en un torneo en que la selección local dio muestras de una irregularidad difícil de explicar.
"Lo que importa es ganar", llegó a espetar a los periodistas el mítico Serginho tras el partido de cuartos ante Argentina en el que, una vez más, la anfitriona había vuelto a sufrir más de lo esperado para hacerse con la victoria.
Sorprendentemente, sólo en la semifinal del torneo, ante Rusia, la otra gran favorita a llevarse el oro de Río, y en la final disputada hoy contra Italia consiguieron los flamantes campeones terminar un partido sin encajar al menos un set en contra.
En el último encuentro de la primera fase, con dos victorias y dos derrotas en su haber, Brasil afrontó contra Francia su "primera final", tal y como la definió el capitán del equipo, Bruno.
Tras un duelo a vida o muerte ante los galos, los locales sellaron su pase a los cuartos de final para delirio de los más de once mil aficionados que abarrotaban ese día el Maracanazinho.
Llegó después el cruce contra Argentina, en lo que apunta a convertirse en el 'otro' gran clásico entre estos vecinos nada bien avenidos.
Los argentinos que venían de dar la sorpresa tras acabar líderes del Grupo B suponían una seria amenaza para las aspiraciones olímpicas de los anfitriones. No sin dificultades, Brasil consiguió imponerse a sus rivales y pasar de ronda.
Para sorpresa de todos, en el cruce de semifinales, Rusia supuso el único respiro para Brasil en su arduo camino en busca de la presea dorada. Un partido que, además, devolvió a los pupilos de Rezende esa confianza en sí mismos tan necesaria en una misión de semejante magnitud.
Una misión que fue finalmente cumplida por un equipo con mayúsculas, pero que se sustenta en una serie de pilares que tienen nombre y apellido.
El principal artífice del éxito cosechado por el equipo sudamericano en los últimos años es, sin lugar a dudas, Bernardo Rezende. Desde que el técnico se hizo cargo del combinado nacional, allá por 2001, el equipo nunca se ha bajado del podio en una cita olímpica.
Más allá de los éxitos 'materiales' de la selección, el técnico ha sabido configurar un grupo en el que cada pieza cuenta y ha sido capaz de trasmitir a sus pupilos una ambición que les ha llevado a convertirse en una de las grandes potencias de la última década.
La extensión del entrenador en la cancha es el veterano Sérgio Dutra 'Serginho', el auténtico cerebro del grupo y el hombre por cuyas manos pasa el ritmo que Brasil le imprime a su juego.
A sus 40 años el líbero, que es el único miembro del equipo que conoce el sabor del oro olímpico tras conquistar la presea dorada en Atenas, irradia tranquilidad en los momentos en que sus compañeros pecan de ansiedad; lo cual, en realidad, sucede con demasiada frecuencia.
El capitán del equipo, Bruno Rezende, es el alma del equipo. Un jugador que ha sabido sobreponerse al estigma de ser el hijo del entrenador y que refleja en la cancha toda la ambición de un equipo que sabe que todo lo que no sea ganar, será considerado un fracaso.
Con un poderoso remate, Wallace De Souza es el encargado de sumar los puntos durante el partido. A veces parece un poco limitado en cuanto a recursos ofensivos, pero compensa esa carencia con el cañón que tiene por brazo derecho y que derrumba, uno tras otro, los bloqueos con que intentan pararle desde la red.
El corazón del equipo es Luiz Felipe Fonteles 'Lipe', un jugador que es todo garra y que no duda en lanzarse de cabeza a por cualquier balón por imposible que pueda parecer. Su participación en el torneo ha ido de menos a más y sus actuaciones siempre han encendido a una afición local que le rinde pleitesía por su entrega.
A sus 24 años, Lucarelli es el jugador con más talento del equipo. Un deportista atlético que destaca tanto en el bloqueo como en el remate.
Se le ha visto, en ocasiones, excesivamente nervioso en unos Juegos Olímpicos en los que en demasiadas ocasiones ha pecado de exceso de revoluciones, lo que le llevaba a rematar con tal fuerza que sus balones muchas veces se perdían fuera de la cancha.
Sin embargo, Bernardo Rezende supo siempre encarrilar a este jugador, dándole margen y mostrándole una fe inquebrantable en sus posibilidades.
En cualquier caso, estos son sólo algunos de los mimbres que componen un grupo irrepetible de jugadores, un equipo memorable que hoy logró grabar con letras de oro su nombre en la historia de los Juegos Olímpicos y que lo hizo en un escenario inmejorable: el pabellón Maracanazinho, un auténtico templo del voleibol mundial.