La meta del maratón de los Juegos Olímpicos, ubicada en el emblemático sambódromo de Río de Janeiro, fue hoy un carnaval con el ritmo frenético de los tambores y el colorido de los disfraces de una escuela de samba.Los espectadores que llegaban a cuentagotas al sambódromo, en una mañana de lluvia fina, se encontraron en un ambiente festivo, igual al que ocurre a cada año en los desfiles de carnaval en este mismo lugar.
Los tambores, el sonido inconfundible de los cavaquinhos, un instrumento de cuerda indispensable en la samba, y la voz rasgada de un cantante de la escuela de samba União da Ilha, una de las doce que compiten a cada año en la elite del carnaval carioca, convirtieron la meta del maratón una fiesta.
Las decenas de músicos y bailarines que acudieron iban vestidos con vistosos disfraces con alusiones deportivas, entre ellos uno del estadio Maracaná, y trajes emplumados.
En cada carnaval, las doce escuelas de samba, cada una compuesta por entre 3.500 y 5.000 bailarines, desfilan durante dos noches por el sambódromo.
Esta avenida, llamada Marquês de Sapucaí, está flanqueada por gradas, con capacidad para 72.000 espectadores, y concluye en la plaza de la Apoteosis, donde se encuentra un conjunto escultórico ovalado, diseñado por Oscar Niemeyer y cuyas formas están inspiradas en el trasero de las mulatas.
Este domingo, en lugar de recibir a los miles de bailarines, músicos y las gigantesas carrozas del carnaval, la Apoteosis recibe los atletas del maratón de los Juegos Olímpicos.