Los JJOO perfectos no existen
Las muchas y muchas horas que el periodista pasa en un autobús o en un traslado en unos Juegos Olímpicos dan para mucho, o al menos dan para algo. Vivir unos Juegos es algo inolvidable, una experiencia profesional y de vida, sin dudarlo. Pero, ¿y vivir siete? Pues da para contar y contar.
En lo que va del centro de prensa al Acuatic Center de Tokio, antes de ver a Mireia, da para compartir con un veterano periodista italiano, Ubaldo Scanagatta, precisamente eso, experiencias. Y relatando el buen hombre, especializado en tenis desde hace años, admirador de Nadal y orgulloso del buen momento tenístico de su país, nos damos cuenta de que la perfección no existe, que los Juegos impecables son una quimera. Unos fallaron en esto, otros fallaron en lo otro. En unos la deficiencia estaba por aquí, en otros estaba por allá. Y a veces, en esa mejor o peor organización, en esa preparación, no tiene que ver el país, ni su estado ni desarrollo.
Por ejemplo, el ranking en organización, cercanías, tiempo, planteamiento, comodidad, disfrute... lo encabeza en el siglo XXI sin ninguna duda Sidney, siempre a opinión de Ubaldo. Y luego le puede seguir Pekín, y hasta Rio de Janeiro. Tokio tiene el hándicap de la pandemia, pero también del orden llevado al extremo de los japoneses, que a veces complican lo sencillo, igual que le encuentran solución a lo complicado.
"Atlanta fueron mis primeros juegos, y fueron un caos, un caos, y era Estados Unidos", recuerda. "Atenas, sin embargo, no estuvieron mal, bien organizados, aunque Pekín también tuvieron muy alto nivel de organización, sedes cercanas...". Las distancias no son tan importantes como la operatividad para salvarlas. En eso Tokio 2020 a veces se despista. Emplear 16 horas para acudir y cubrir a una prueba a dos horas distancia no parece razonable. Sí lo es la tremenda amabilidad y disponibilidad del personal japonés para cualquier incidencia, comentario o simplemente duda.
Pero realmente, los Juegos perfectos no se han inventado, es cuestión de adaptarse a las deficiencias y vivir las virtudes, y disfrutarlos.
