Aferrados al milagro con valentía y un máster en sufrimiento

El Málaga CF logró una valiosa victoria en la cancha del Villarreal 'B' para seguir aferrados a sus opciones de salvación. Tenía que ganar sin importar el cómo, pero lo hizo con la mejor puesta en escena imaginable en la primera parte y con una píldora de sufrimiento en la segunda mitad. En honor a los 500 aficionados desplazados, los goles de Chavarría y Rubén Castro sirvieron para seguir soñando con lo improbable, que no imposible. Le dicen salvación. Milagro es un sinónimo.

Se llegó con la lección aprendida al estadio de La Cerámica. El Málaga salió a ser protagonista, que bastante sometido había sido ya en su visita a Andorra. Decidió ganar con teniendo el balón, servicios mínimos para un triunfo. Con personalidad, el Villarreal ‘B’ se vio encerrado en su campo con un Málaga macerando jugadas, encontrando muy bien a Villalba, Ramón y Febas, sala de máquinas de garantías.

El deseo de marcar se hizo realidad pronto, algo a lo que no se acostumbra el hincha malaguista. Antes de llegar al cuarto de hora llegó la conexión Chavarría-Delmás que causó el estallido en la esquina de la fe, donde el medio millar de aficionados se ubicó en el estadio. Definió con el entusiasmo de la necesidad y con la ejecución rabiosa de un sicario. El argentino puso la primera piedra y su compañero en el ataque se encargaría de seguir construyendo la autoestima.

Era el día en que sale todo y cuando lo es, suele serlo también para Rubén Castro. El tiburón quería su ración de gol y aprovechó una gran asistencia de Aleix Febas, que se deslizó por La Cerámica superando a varios rivales en una de esas conducciones más de bisonte que de humano. Imparable correcaminos, la filtró con exquisitez para que el canario la cruzara al palo largo y celebrara con la afición el 0-2.

Para cinco minutos después, tuvo en sus botas el tercero Fran Villalba, que volvió a gozar de otra clarísima a cinco del descanso. El cedido por el Sporting tuvo su mejor partido desde que viste la blanquiazul. Su importancia es la que debió ser desde que se fichó, pero su asentamiento llega quizá un poco tarde, como la reacción del equipo. Aunque más vale tarde que nunca.

El Málaga es un estado de ánimo y se sentía grande por primera vez fuera de casa. Solo se había ganado una vez lejos de La Rosaleda y fue en la jornada tres en Miranda, con Pablo Guede en el banquillo.

De la valentía al pragmatismo

Pellicer echó atrás al Málaga en la segunda parte y ahora fue el Villarreal el equipo con el balón y la iniciativa. Así, el cuadro local se creció hasta la llegada del golazo de Sergio Carreira para meter presión (1-2). Coincidió con la lesión muscular de Lago Junior en tiempo récord: llevaba 10 segundos en el campo, recibió un balón de espaldas y en el esfuerzo de protegerlo ante su defensor, se rompió.

La entrada de Álex Calvo puso corazón y ganas al once en la rebelión de los blanquiazules. Un empate no valía, pero tampoco era buena opción encerrarse en campo propio. Para mayor seguridad, Pellicer recurrió a Genaro y Luis Muñoz. La jugada la iba a tener el Villarreal, era cuestión de tiempo, y ahí apareció Rubén Yáñez en la salvada de cada partido.

Luego fue inteligente y no se jugó más. La defensa se mantuvo firme, las piernas no temblaron, hubo oficio y picardía. Así, el Málaga se trae tres puntos de vuelta para Málaga y su gente ya está dispuesta a seguir soñando, que es gratis y necesario. Aunque en el subconsciente nunca dejaron de hacerlo.