El Málaga, a las puertas del Olimpo

Con el corazón a mil por hora y las gargantas rotas, La Rosaleda ya ha hecho su parte. Empujó con toda su alma al Málaga para lograr este importantísimo triunfo ante un Panathinaikos que no fue rival. Al menos hoy. Coraje y corazón a espuertas derrocharon los gladiadores del Málaga, que asoman la cabeza a la fase final de la Champions League, la competición de los dioses del fútbol.

 
 
Ahora queda rematar la faena a los pies del monte Olimpo, tierra de deidades. Este Málaga está a punto de lograr una proeza mitológica. 90 minutos y dos goles de ventaja.El partido empezó mucho antes de que el balón echase a rodar. Con una liturgia que sólo encierra un encuentro de estas características, de Champions League. Se respiraba en el ambiente, con esa mezcla de nervios, euforia e impaciencia. Un suspiro al aire por los abuelos de los 24.000 malaguistas que vivieron el día más grande de su historia en La Rosaleda. El soniquete celestial de la canción oficial de la UCL. Faltó el jeque en el palco, pero no se le esperaba. La gloria debía ser para los de siempre, los que siempre estuvieron presentes y para unos jugadores que han dado una lección de profesionalidad. Ejemplares todos.Con todos los ingredientes listos, faltaba el fútbol. Pellegrini tiró de Fabrice como nueve y le rodeó de lo mejor que tiene en su armario. A falta del crack añorado que parece que jamás llegará, es el once de gala. Y estuvo a la altura en la primera mitad el Málaga en disposición y actitud. Talento y trabajo ante un PAO timorato que inquietó a duras penas y no discutió el balón.

El éxtasis llegó en el minuto 17. El Málaga combinó bien en varias jugadas, sin miedo al fracaso. Avisó un eléctrico Eliseu, que demuestra que no se puede prescindir de él en estas circunstancias. En un tiró suyo llegó el córner que originó el 1-0. Joaquín lo botó, Weligton -muy listo- la metió en el corazón del área con la cabea y Demichelis -más vivo aún que el Mariscal- la remató con la espuela. Un gol que ya es historia.
El monólogo del Málaga con el balón se extendió a favor de marcador. Cada vez más confianza para intentar hacer cosas y con la seguridad de que Toulalan siempre está ahí para barrer los errores.
Así se fraguó el 2-0, obra de Eliseu, inspirado y alocado a la vez. En un palmo de área Maresca e Isco se asociaron de manera exquisita, el malagueño la picó y el portugués llegó desde atrás para colocarla en la portería de Karnezis. No como suele, por potencia y narices, esta vez fue sutil, colocando el cuerpo y el interior del pie izquierdo de manera académica.
Se llegó al descanso con el malaguismo frotándose los ojos y casi sin uñas que morder. Y se arrancó la segunda mitad con los mismos bríos y ocasiones para haber sentenciado la eliminatoria.
Perdonó Isco en una contra que él mismo condujo y en la que no supo aprovechar a Joaquín, que se recorrió 60 metros en balde. La tuvo Maresca de cabeza y Toulalan intentó hasta tres tiros. Un acoso en toda regla. Incluso se animó Fabrice, que intentó el más difícil todavía rematando con el tacón un centro al primer palo de Gámez.
La euforia se rebajó ligeramente. El PAO se estiró y avisó en varias ocasiones, especialmente en una de Fornaroli que obligó a Willy a una palomita a la vieja usanza.
Refrescó el equipo Pellegrini con Camacho y Buonanotte primero y Duda más tarde. Isco volvió a negar a Joaquín el gol que tanto buscaba en una jugada similar en la que pecó de individualista chutando con la zurda, su pierna mala. Los griegos intentaron algo más y comenzaron a querer el balón. Sin muchas ideas pero más malicia. Toché tuvo un mano a mano con Willy, pero el argentino reclamó su pedazo de gloria.
Amago de intercambio de golpes en el tramo final, donde quizá se echó más en falta un referente en punta del Málaga para poder jugar a otra cosa y hacer más daño en el área del PAO. Pero este Málaga, el que saca la casta ante la crisis, quiso más. No llegó, pero fue la demostración ante toda Europa de que los de Pellegrini no han llegado a esta previa para quedarse en el camino.