El automovilismo no está en la primera línea de atención de la población española, pero tiene muchísimos adeptos. Las gestas de Carlos Sainz en rallys y las de Fernando Alonso en Fórmula 1 pusieron a nuestro país en el mapa del automovilismo a nivel internacional. Aún así, el automovilismo compite por atraer el foco con otras disciplinas deportivas en país de clara y marcada cultura futbolística. Los rallys son unas de las pruebas más emocionantes -y peligrosas- que tenemos a unos cuantos kilómetros de casa en época de competición. El humo de los tubos de escape quemando aceite, el sonido de las gomas chirriando, el buen ambiente que se vive en estas pruebas…emoción y peligro ¿se imaginan cómo es un día de rally desde el punto de vista del aficionado?
Si algo caracteriza a una prueba de este tipo es la nocturnidad. Ya sea para elegir sitio en el recorrido de la prueba o para llegar hasta el pueblo en el que se dispute. A las 4:00 horas sonó la alarma para comenzar el viaje que nos llevaría desde Sevilla a Ubrique pasando por Puerto Real para la ‘Subida Ubrique-Benaocaz’. Mientras las piernas iban camino de la ducha, la cabeza pensaba en si estábamos haciendo lo correcto. Las horas de salir, las dos horas y media de camino, y lo que significa moverte a lo largo y ancho de la montaña para encontrar un buen sitio suponen hándicaps importantes, pero la emoción que despiertan las carreras pesan más que todos los problemas que puedan surgir.
La preparación es otra de las cualidades que destacan en este tipo de pruebas. Las condiciones en las que se vive un rally no son fáciles aunque pueda parecer todo lo contrario. Toda prueba que discurra en carretera municipal requiere de una gran movilización por parte de las autoridades. Hay que tener en cuenta la ruta por la que vamos a llegar a la prueba y la hora, sobre todo la hora. En torno a dos horas del pistoletazo de salida, la Guardia Civil es la encargada de cortar las carreteras por las que se va a disputar la prueba, así como las circundantes.
La planificación en el viaje es esencial si no quieres llevarte una desilusión de última hora. Además de la preparación también es clave la planificación del día. En el caso de la ‘Subida Ubrique-Benaocaz’, fue importante saber organizar lo que hay que llevar de manera imprescindible para no vernos apurados ante tanta afluencia de personas. Gorra, crema solar, gran cantidad de agua y un par de bocadillos son tus mejores amigos durante toda la mañana en la Sierra de Cádiz, donde se alcanzaron los 27ºC de temperatura.
Antes de llegar es importante saber organizar en qué zonas te vas a situar en qué momento de la prueba. Durante el transcurso de estas no puedes ir de una zona a otra. Tienes que esperar hasta que los coches, una vez realizado el tramo, regresen a la zona de boxes para moverte libremente por todo el recorrido. En este caso, el tramo constaba de 16 kilómetros y había distintas zonas en las que merece la pena observar la prueba.
Preparados para salir sobre las 5:00 horas con todo el equipo y sustento para pasar todo el día en el campo, el viaje comienza marcado por rachas de aire frío cuando te vas acercando a la Bahía de Cádiz. Durante el trayecto charlas sobre las expectativas que te genera tu primer rally.
No es lo mismo ver un tramo por la televisión que in situ, viendo los coches pasar por una curva cerrada a 60km/h. La adrenalina y las sensaciones que te puedas imaginar no tienen nada que ver cuando encuentras el sitio ideal y empiezan a desfilar a pocos metros de ti coches y coches. Con el primer inconveniente salvado, que fue llegar a Ubrique antes de las siete de la mañana, a desayunar para coger fuerzas. Si algo destaca en las competiciones de motor es la rivalidad y la frialdad, en muchas ocasiones, entre pilotos. El propio Carlos Sainz, en rallys previos al último Dakar, tuvo varios encontronazos con Nasser Al Attiyah. Ni qué decir tiene la fama que tenía Fernando Alonso hasta su descanso de la Fórmula 1. En ese bar de Ubrique se respiraba un ambiente totalmente distinto a cualquier estereotipo que se tenga del mundo del automovilismo. Los pilotos conversaban entre ellos, café en mano, como si se conocieran de toda la vida. Quizás radica aquí la esencia del deporte local, ese deporte en el que la pasión prevalece por encima de la competición y la rivalidad.
El buen ambiente entre todos los pilotos iba a ejemplificar a la perfección lo que se iba ver minutos más tardes en una calle perpendicular a la salida de la prueba. La calle de boxes improvisada fue todo un festival de buen ambiente entre pilotos, mecánicos y aficionados. Se podían ver a los propios pilotos hablando tranquilamente hasta el último momento, pero lo más sorprendente fue verlos ayudándose entre ellos a la hora de poner a punto los coches. Cambios de válvulas, rellenos de aceite, de ruedas… La familia del automovilismo sin lugar a dudas.
Cuando faltaban apenas 15 minutos para el comienzo de la prueba, todo Ubrique empezó a tronar. El rugido de los motores, el olor a goma y frenos quemados para llegar con la temperatura lo más óptima posible. Desde Mitshubishis Evo, aquellos coches con los que hemos jugado todos de niño a juegos de rallys, hasta Porsches de competición. Tenías que pellizcarte para creer que estabas viendo, de verdad, uno de los coches más famosos de la historia de las carreras.
El atronador sonido de todos los coches, situados uno detrás del otro, encumbra el momento de mayor emoción de la jornada, el comienzo de las pruebas. Es un espectáculo ver esas máquinas salir lanzadas con el motor casi a máxima revolución pero buscando el compromiso ideal para no hacer derrapar de más las ruedas. Uno por uno, cada coche pasa por el puesto de revisión para después colocarse en la línea de salida por orden de categoría, de manera que los vehículos de inferior rendimiento salen primeros y los de mayor rendimiento cierran cada manga. Mientras los bólidos seguían sucediéndose, era buen momento para moverse a otra posición y disfrutar de una perspectiva distinta a la arrancada. Es entonces cuando chocas de frente con la realidad de los aficionados a los rallys, y es que no existe, al menos en esta prueba, ningún tipo de infraestructura como gradas para los espectadores en casi todo el trazado, a excepción de un par de puntos aislados. Se puede decir que si quieres ver las carreras tienes toda una montaña para colocarte donde quieras y puedas.
Nos situamos en una curva de alta velocidad tras andar por la salida del pueblo y subir una pequeña ladera muy verde y con un fuerte desnivel. Allí pudimos sentir la adrenalina que provoca ver un coche que parece que va a chocar de frente contigo pero que en el último momento viraba para trazar el giro. Esa fue, seguramente, la imagen más impactante del día. Una vez acabaron de pasar todos los coches se dio por concluida la primera prueba, los entrenamientos. Ahora comenzaba el ‘fuego real’. Decidimos avanzar aún más, así que nos aventuramos montaña arriba. Era un camino ciertamente peligroso, ya que el suelo era bastante resbaladizo y en algunos tramos era muy estrecho. Muchos pueden pensar “¿por qué no fuisteis por el arcén?”, pues muy sencillo: un comisario nos había advertido de que era ilegal y que la Guardia Civil podría multarte con hasta 5000€.
Llegamos a una gasolinera en la que nos topamos con la única pequeña grada que vimos. Había cámaras y bastante ambiente. Pudimos descansar, hidratarnos y comer algo mientras los coches bajaban montaña abajo para colocarse en sus posiciones y empezar la primera de las tres carreras. Aunque estábamos muy cómodos decidimos subir un poco más hasta una horquilla a izquierdas muy cerrada con una entrada muy rápida y una salida que precisaba de mucha tracción para salir a todo gas. Aquel era un ángulo impresionante, donde tanto piloto como coche tenían que exprimirse al máximo. Allí vimos la segunda carrera. Los coches cabeceaban hacia delante al frenar, sus chasis sufrían la torsión propia de la fuerza G al tomar la curva, con unos neumáticos que parecían gritar intentando ofrecer todo el agarre del que disponen, para finalmente verlos alejarse con el atronador sonido de esos motores a través del escape abierto.
Disfrutamos de coches clásicos de los rallys como el Renault Clio Sport o el Citroen Saxo aunque también nos encantó ver los monoplazas y por supuesto los Porsche. Sin embargo, hubo tres vehículos sorprendentes. El primero fue el Seat León Cupra R, ya que no nos esperábamos que fuese uno de los coches que mayor estruendo generaban. Sonaban con un tono muy grave que ensordecía cualquier otro ruido. El segundo fue un Nissan 350Z, que llamaba la atención porque parecía que iba especialmente rápido. Aunque todos los asistentes nos quedamos anodadados con un BMW M3 blanco, con una raya roja y otra azul en el lateral. Este era distinto al resto de pilotos, ya que no parecía estar buscando hacer el mejor tiempo posible sino dar espectáculo a los aficionados. Iba derrapando por las curvas e incluso se le llegó a ver haciendo donuts mientras quemaba rueda. Uno de los coches, un Peugeot 206, tuvo un accidente en el que nadie salió herido, pero el coche si salió malparado. Todos los presentes nos acercamos a ver lo sucedido y una vez confirmado que todo estaba en orden, los aficionados se dedicaron a indicar a los coches que iban viniendo detrás que aminorar, ya que, a pesar de las banderas amarillas, muchos venían un poco pasados.
Ahí conocimos a un aficionado que había venido desde Estepona con su hijo y su hermano. Resultaron ser unos grandes aficionados al mundo de los rallye y a los campeonatos tanto de España como de Andalucía. Nos brindaron muchísima información y conocimiento que agradecimos ya que eran datos que no se podían encontrar fácilmente en internet, sino que era conocimiento popular. Lo más interesante que nos contaron fue quién era ese ‘loco de las carreras’ que iba al mando de ese M3. Es un piloto conocido como ‘Mape’, criado en las calles de Ubrique, cuyo afán era el de hacer disfrutar a sus vecinos dando espectáculo en lo que es un día de celebración para el pueblo. Una vez terminada la carrera nos despedimos de los afables fanáticos y nos decidimos a avanzar, esta vez con la ayuda de una furgoneta de prensa. Nos montamos en ella y pudimos ahorrarnos la paliza que suponía subir a pleno sol esa sinuosa montaña.
Llegamos a una zona de “eses” encerradas entre paredes de roca en las que los aficionados se colocaban donde podían. Aquí es donde sentimos que era la verdadera experiencia de la subida a Ubrique, en mitad del monte, sentados en una piedra y al cobijo de la sombra de un árbol. Allí vimos la tercera y última carrera. En esta ocasión estábamos ante una curva más abierta con un giro de 180º. Algunos coches frenaban tarde para trazarla lo más recta posible, pero otros, para la suerte de los aficionados, iban de lado, derrapando y soltando una gran humareda. Por supuesto ningún derrape fue tan espectacular como el que ofreció ‘Mape’. Lo que más impactaba de esa curva era ver los coches con mayor carga aerodinámica, como los monoplazas y los Porsche, ya que, en comparación con los rivales, parecían ir sobre raíles, totalmente pegados al suelo.
Finalizada la última carrera, los aficionados marchan a sus coches que tenían situados en aparcamientos cercanos. Nosotros contábamos con la furgoneta que nos había subido. Sin embargo, resultó que la labor de esta ahora era la de bajar el material de los comisarios. De repente estábamos solos en mitad de una montaña y a los costados de una carretera que en 45 minutos se reabriría al tráfico normal. No nos quedó otra que bajar resignados y a pleno sol pagando el error de novato. Nos cruzamos con comisarios que bromeaban con nuestra situación y con los que al menos podíamos reírnos un poco, aunque ya nosotros nos lo tomábamos con bastante humor. Vimos bajar muy de cerca a los coches que compitieron, lo cual fue todo un lujo. Una vez se abrió la carretera nos pusimos en el arcén a seguir caminando mientras sacábamos el pulgar arriba a cada coche que pasaba para que nos acercarse al pueblo. Nadie paraba.
Nos imaginamos que no nos daría tiempo de ver la ceremonia del podio, y así fue, ya que estuvimos una hora y media bajando. Fue entonces cuando paró un coche que tenía un solo hueco libre. Resultaba ser un aficionado que había bajado prácticamente con nosotros y que también pagó la novatada. Nos reconoció y se ofreció a bajar a uno de nosotros hasta el coche para que este volviese a recoger al resto.
La experiencia de un rally en todo su esplendor. Desde la preparación previa que requiere hasta el saber estar en una situación de desolación total. La pasión por el motor, el ambiente que moviliza a toda una comarca y, sobre todo, el olor a gasolina son experiencias que todo aficionado al deporte. y al arte, deberían vivir in situ. Carlos Sainz equiparó, en su momento, un coche de rally a un cuadro con el freno de mano como elemento de unión: “El freno de mano puede hacer de una curva una auténtica obra de arte”.