A la boxeadora chilena Carolina "Krespita" Rodríguez (1983) la maternidad le quitó hace tres años lo que ninguna otra mujer ha podido sobre un ring: el título de campeona mundial de peso gallo.
Ahora está decidida a recuperar el trono y demostrarle a todo el mundo que se equivocaban cuando creían que su carrera estaba acabada, una batalla con la que espera dar ejemplo a su hija, Megan, a quien se niega a decirle cuando sea mayor que renunció a sus sueños por ella.
Krespita es actualmente campeona en receso, una figura que se aplica a las peleadoras que no pueden cumplir con los plazos vigentes para defender su posición y tienen que abandonar la competición, pero que les permite desafiar a la "campeona interina" sin hacer toda la carrera previa para disputar el título.
Ese es su objetivo, pero para ello tiene que librar "muchas más batallas bajo el ring" que sobre él, explicó a Efe, dedicando gran parte de su tiempo a "conseguir auspicios y patrocinadores, así cómo financiar los viajes y pagar a las peleadoras, jueces y árbitros".
Así fue en todas sus peleas, incluida la última que disputó como campeona mundial de peso gallo por la Federación Internacional de Boxeo (FIB) contra la japonesa Tenkai Tsunami, a quien venció en Antofagasta (norte de Chile) en 2015.
"Estaba en la cúspide de mi carrera deportiva. Gané y defendí los títulos de la Asociación Internacional de Boxeo de Mujeres (WIBA) y la FIB. El siguiente paso era competir por los otros dos de las otras organizaciones, de manera que tuviese todos los de la categoría", detalló la deportista.
Después llegó Megan. Al principio Krespita se sintió "congelada" más que "contenta o triste", explicó, porque si bien "fue un shock" nunca había descartado la posibilidad de ser madre.
Sin embargo, la llegada de la pequeña coincidió además con un "mal momento" en su vida, durante el que confesó que llegó a "odiar lo que hacía" ya que sentía "la responsabilidad de ganar sí o sí" o de lo contrario le arrebatarían el apoyo que le había "costado tanto conseguir".
A pesar de todo, decidió "tener la experiencia de ser madre" bajo el convencimiento de que los hijos eligen a los padres y no al revés" pero siempre con la idea de regresar a los entrenamientos.
"No era como otras madres, todo el día alucinando con la barriga y pensando nombres. Entonces nació (Megan) y cambió completamente mi vida, lo único que me interesaba era estar con ella", indicó.
Agarró los ahorros que tenía, cortó los lazos que la unían a su expareja y exagente, con quien trabajaba codo con codo tanto en el gimnasio como en los despachos, y se dedicó en cuerpo y alma a Megan durante casi tres años.
Un tiempo que le sirvió para "crecer como persona", reencontrarse consigo misma y con su pasión, el boxeo, al cual volvió poco a poco, enfrentando los retos añadidos de tener una "boca más que alimentar".
"Cuesta mucho volver a la disciplina, sobre todo con el desgaste que en ese momento significaba darle el pecho (a su hija) o dormir con ella, lo que me generó lesiones por malas posturas. Todo ello mientras intentaba darle tiempo de calidad, no ser una madre ausente", indicó.
Un esfuerzo que admitió que pudo realizar gracias al apoyo de su familia, sin la cual duda que "hubiese vuelto al boxeo".
"Está muy condicionado que la mamá es la que tiene que estar con el bebé. Si no es así y decide cumplir su sueño, es una mala madre. Pero nunca se tiene en cuenta que es responsabilidad también del padre", siguió.
Poco a poco comenzó a disfrutar más de los entrenamientos hasta que el 24 de marzo de 2018, 944 días después de su último combate, Krespita regresó al cuadrilátero y venció a la venezolana Carolina Álvarez con nuevas técnicas y estrategias con las que demostró que no solo mantenía intactas sus habilidades, sino que había mejorado.
"Me decían que iba a llegar mal, que iba a ser un desastre y les cerré la boca a todos. Porque llegué más rápida, más fuerte, más decidida. Todo lo contrario", destacó.
Con esa victoria, que dejó su marcador invicto en 16-0, la boxeadora volvió a disfrutar bajo los focos y encandiló a su país natal, al cual revolucionó en 2010 cuando se convirtió en la primera mujer en competir de manera profesional en Chile.
Una hazaña que ya es cosa del pasado y que continúa ahora con el objetivo de recuperar el título mundial, tarea a la que está dedicada de cara a su próximo combate, aún sin fecha definida.
Además, se une a este reto el de transmitir a Megan los valores que el boxeo le ha enseñado, de demostrarle que puede soñar con ser quien quiera cuando crezca.
"Quiero que adopte el boxeo como algo natural y que aprenda a defenderse, que no haga caso cuando le digan que es cosa de hombres (...) Esto es meramente un deporte y la fortaleza no está en los músculos, sino en la cabeza", concluyó.