El pasado miércoles se sorteó el calendario de la Liga en Primera división en la sede de la RFEF. Deparó, como todos ya saben, un derbi Betis-Sevilla en la primera jonada del campeonato. Un partido que llega demasiado pronto a priori para ambos equipos, sobre todo para el Sevilla, al que le coge en medio de una eliminatoria de la Liga Europa.
El caso es que tras ese sorteo las directivas ya estuvieron departiendo en la comida. Porque los enviados del Betis al sorteo, con Miguel Guillén a la cabeza, y del Sevilla, con el vicepresidente José Castro comandando la expedición, almorzaron juntos, también con otros representantes de clubes andaluces, y empezaron a dar normalidad al derbi. Una normalidad que se echaba de menos y que vivirá el próximo fin de semana del 20 o el 21 de agosto su primera experiencia. El caso es que las relaciones entre el Betis y el Sevilla vuelven a ser más que cordiales. Ya lo eran con Gordillo al frente y la presencia de Guillén solo hace dar continuidad a esas buenas relaciones que se plasmarán formalmente antes del derbi.