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Lo imposible, lo inolvidable

La Platea de Juanma G. Anes 
(Huelva Información)

Explicárselo a quien no estuvo allí es complicado, por mucho que se intente. Tratar de que otro comprenda lo que vivimos, misión imposible. Era el Recre, ¡nuestro Recre!, en una final de Copa. Éramos más de 15.000 almas que alucinaban con algo impensable pero que, ese día, parecíamos un millón al notar el apoyo, el cariño y el reconocimiento, por una vez en la vida, de TODA Huelva, de toda Andalucía y de casi toda España. Fue magnífico, grandioso, espectacular. Un recuerdo imborrable.
Han pasado diez años pero ni aunque hubieran pasado diez siglos: la piel se sigue resintiendo cuando se repasan aquellas fotos y esos videos que todos guardamos como uno de los tesoros de nuestra vida. Es que lo de Elche fue muy grande, oiga, no se puede decir más; al menos, a mí no se me ocurre otra forma de contarlo. Pese a las trabas y a los desprecios vividos, pese a una temporada complicadísima, pese a que el rival tenía (como así fue) todas las papeletas para levantar el trofeo. Pese al despreciable Iturralde y a sus compinches dentro y fuera del campo. Por todo eso lo disfrutamos muchísimo más. Por el ascenso a Primera que nos robaron rateramente  sólo dos años antes. Por la terrible travesía en el desierto que fue la Segunda B. Por aquellos que se fueron antes de tiempo y no pudieron ver ese mágico momento… y por aquellos que siguen pegados a estos colores 50, 60 o 70 años después. Por eso lo disfrutamos tanto: jamás olvidaremos un solo segundo de aquel día.
Desde pequeño siempre oí decir a mi madre que ser del Recre es como tener un hijo problemático, que te acostumbra a los disgustos pero que, cuando te da una alegría, ésta se disfruta hasta la extenuación. Pues eso. Me alegro el haber vivido esa final mirando casi más tiempo a la grada que al césped, de guardar esas imágenes permanentemente en mi retina. La historia y el palmarés dirán que ese día fuimos subcampeones. Ja. Ese día al recreativismo no le ganó nadie. Sabiendo que el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes, sólo le pido al destino que un día, cuando sea, nos haga un guiño y nos deje vivir algo parecido. Nos lo merecemos.

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