La Platea de Juanma G. Annes
(Huelva Información)
No descubrimos la pólvora al afirmar que Sergi no cayó precisamente de pie cuando aterrizó en Huelva. Los motivos serán variados (mal asesoramiento, demasiadas promesas de grandeza en el juego, alejamiento de la realidad local…) pero el hecho ya es innegable. El beneficio de la duda le duró bien poco pese a que el pasado curso hubo momentos (poquitos) en los que el fútbol que desplegó el equipo fue notable mas, en su mayor medida, la temporada pasada fue un pestiño se mire por donde se mire. Sacó petróleo de jugadores como Chuli o Alexander pero del resto (y fueron muchos), casi mejor ni hablar. Es más, el otrora innegociable estilo sepultó a elementos con, en teoría, buen potencial.
Desde entonces intuyo que enfadan más las palabras que los hechos, que irritan más las explicaciones que los resultados porque algunas justificaciones hacen que a más de uno le salga humo hasta por los ojos. Esa siembra se sigue recogiendo y eso es, quizás, lo más grave: cuando se irrita a los que están de tu lado es que o el mensaje no cuela o que el camino no es el correcto (a Mourinho en el Madrid sólo le faltó atizarle al conductor del autobús del primer equipo), y la mejor muestra de que la cosa no ha calado, a pesar de la buena clasificación que el Decano tiene aún hoy día es que, incluso coqueteando con la Primera División (cosa que, tristemente, este club no ha hecho muchas veces en su dilatada historia), el Colombino no pasa de cubrir un tercio de su aforo.
Este curso prometía alegrías y éstas aún pueden venir, pero otro cataclismo que ningún recreativista -recreativista de bien, me refiero- desea sería un rejonazo brutal. Aquí se ha aplaudido a rabiar a un Recre de Caparrós que en 2ªB y 2ª jugaba a lo que jugaba pero que no engañaba a nadie, e incluso a Alcaraz se le adoró en tiempos por hacernos vibrar con cuatro retales. Vamos, que agradecidos con quien se lo gana somos un rato: pregúntenles sino a Barber o a Aitor Tornavaca. De peores hemos salido, evidentemente, pero mejor no tentar más a la suerte… ni a los que están en tu bando. Digo yo.