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Ni mano ni negra

La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)



Hubo episodios de tortura durante la Inquisición, despertares de la niña de ‘El exorcista’, e incluso –por increíble que parezca- películas del iluminado Willy Toledo más agradables de contemplar que el duelo ante la Ponferradina. Sí, a mí también me duelen aún los ojos al ver a Joselu matándose a correr en el sitio de Fernando Vega, a Fernando Vega mareado en el sitio de Álvaro Antón y a Álvaro Antón bostezando en el sitio en el que el 99’9% de los recreativistas no le quiere ver nunca y menos jugándonos un ascenso: en el banquillo. Es evidente que el entrenador del Decano sabe cosas que ninguno de nosotros sabemos (para eso está), que toma decisiones buscando lo mejor para su equipo (faltaría más) y que ve cosas que ninguno de nosotros veremos jamás,  pero lo que choca, choca. Sin más.
El caso es que se ganó, que era lo importante. Porque lo que importa, desde hace un tiempo para acá, es el resultado: lo que ha cambiado el cuento. Para eso no hacía falta, tiempo atrás, tanto ruido, digo yo. Al terminar el partido, Linares miraba al tendido y se extrañaba de la pitada final. Puedo entender su sorpresa tras dejarse la piel en el campo –como siempre lo hace- en la misma medida que él pueda entender que los 6.634 espectadores que fueron el domingo al estadio se aburrieron como ostras durante noventa y tantos minutos. Ni una mísera pared bien tirada, tres tiros a puerta (y de aquella manera), balonazos sin sentido, once jugadores detrás del balón, ni un atisbo de presión al rival, aguantar todo el encuentro dominado por… la Ponferradina... Con todos los respetos para los leoneses (por supuesto), si nos llega a visitar el Milán de Sacchi recuperamos a Poceiro, Maraver y Loren para terminar de cuadrar el círculo.
Las cosas no son gratuitas y aunque algunos quieran ver manos negras donde no las hay, si la gente aplaude a rabiar aunque vayas 0-3 ante el Lugo y se celebra más ese empate que la victoria del domingo por algo será. Por cierto, el 3-3 de ese inolvidable día lo marcó Álvaro Antón tras salir (otra vez) del banquillo. Caprichos del destino.

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