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La indigna liga de un país indigno

Redacción

La platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)

 
Este es un país en el que hay estadios donde se exhiben, día tras días, pancartas filoterroristas y ya no es que ese hecho no sea ni sancionado con una mísera multa, sino que los que deben evitarlo miran tan descaradamente para otro lado haciéndose los inocentes que ya se ve ese asunto como algo natural, como parte del paisaje. El fútbol en este país es un deporte en el que los castigos impuestos se suelen cumplir según el grado de latitud en el que se habite: cuanto más al norte y más al este, más clemencia habrá siempre. La liga del deporte rey en España es tan infame que da igual que muera un niño por una bengala en Sarriá, que fallezcan aficionados en un accidente camino de un ilusionante viaje para ver a su equipo o que se peguen y maten puros delincuentes supuestamente al amparo de un escudo: las deleznables mentes que mandan en esto (desde hace lustros y lustros) pasan de todo. Mientras ellos tengan la cuenta corriente llena de ceros les importa un bledo cualquier otra cosa. ¿Van a suspender una jornada de liga y van a tomar medidas ejemplares, en especial con los equipos grandes, con lo que eso les supondría de pérdida de cuota de pantalla, de dinero y de circo? Pues quien espero eso que espere sentado.
Desde el domingo seguimos todos –lógicamente- con las manos en la cabeza por el terrible suceso del domingo en Madrid. Ahora habrá más palabras vacías, más propósitos, más justificaciones… y el mismo cuento de siempre. En un par de semanas ni se hablará del tema. Pero, por supuesto, esta panda de burros violentos seguirá metiendo en los estadios petardos, bengalas, palos y banderas anticonstitucionales sin que les pase nada o casi nada. Eso sí, cuando una persona normal lleva el biberón de su hijo al campo de fútbol incluso se le afea ese hecho y se le canta las cuarenta por ser una “potencial arma arrojadiza”. Ya no se sabe si es mejor reír o llorar. Este país es así: duro con los débiles y genuflexo con quienes hay que echar agallas, como tristemente pasa en todos los ámbitos de la vida. Eso nos suena demasiado.

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