La Platea de Juanma G. Anes
(Huelva Información)
Ni un “Comas vete ya”, ni un exiguo “directiva dimisión”. Nada extraño a nivel global sucedió durante el suplicio del domingo. Únicamente cuatro gritos de “Recreativo solución”, auspiciados por el gran detalle de la pancarta de los seguidores visitantes, rompieron un mísero minuto ese karma que se pedía para que los jugadores no se sintieran ‘más agobiados’ ni para que, como muchos consideraban, el enrarecido ambiente pudiera ‘favorecer al rival’. Pues ni por esas, y mira que hay motivos para liarla. Pero esto ya no lo hay quien lo soporte.
Entre el bochorno que nos hace pasar el club desde tiempos inmemoriales - acentuado hasta la extenuación en esta etapa ‘gildoyniana’- y el lamentable espectáculo que se ve día tras día sobre el césped, que no hay por dónde cogerlo, nuestro querido Decano nos lo pone muy difícil. Y si extremadamente difícil es ya seguir al lado para los que, pese a tener mil motivos, jamás hemos abandonado el barco, imagínense cómo será para aquellos que van y vienen según sople el viento; y ni que decir tiene que el reclamo para los que sólo se apuntan en las buenas es ‘cero absoluto’, claro. Así nadie más se va a sumar a la causa… salvo implosión total. Por nuestra salud, esperemos que esa implosión sea inminente.
Se entiende el cabreo de Ceballos, se entiende que lo extradeportivo, que es muchísimo, se refleje en el campo… pero narices, tampoco es para que no se puedan dar dos pases decentes seguidos. Oiga, que en el fútbol hay más de un ejemplo de equipos rodeados por graves problemas y que, en lugar de hundirse, han tocado la gloria. Aquí jamás se ha pedido eso, sino recuperar un poquito de orgullo más allá del resultado. Sin embargo, mientras otros sacan fuerzas de flaqueza y conquistan la gloria cuando están con la soga al cuello, aquí llevamos dos años de naufragio, vaya puñetera casualidad. Se ve que la resiliencia pasa tristemente de largo por esta tierra. Quizás el mister, además de hablar con el club y con los jugadores, tenga que hacer también terapia con todos y cada uno de los que van al estadio, porque lo peor es que la ilusión de los fieles está ya en la reserva. Y como se nos agote sí que nada de esto tendrá ya sentido.