Entre los más de 13.500 corredores que surcaron las calles de Sevilla, dos historias se ganaron gran parte de la admiración del público. Una ya la conocemos, la de Pablo y José Manuel Roas, cuyo hijo tiene parálisis cerebral. Una vez más, este padre, profesor y a cargo de cinco niños, recorrió la capital andaluza empujando la silla de su pequeño.
Y con una sonrisa por bandera. "Mira, ahí va Pablo", el público rompía a aplaudir a su paso y ambos, padre e hijo, devolvían el cariño con sonrisas y gestos de agradecimiento. Lejos de récords, José Manuel sólo pretende que su hijo disfrute y, una edición más, lo logró por las calles de su ciudad.
"Lo hemos pasado mejor que bien. En Sevilla llevamos ya 2014, 2015, 2016... 2018, 2019 y 2020, unas pocas. Mientras las piernas aguanten, seguiremos. Con Pablo tenemos la suerte de que para él cada año es nuevo, porque él estrena maratón cada año. Disfruta siempre igual y te hace disfrutar como nadie", asegura. Eso sí, "Pablo está reventado, menos mal que hemos ido rápido, porque con esta calor, de haber tardado más, nos hubiésemos tenido que retirar. Se viene muy arriba, se desgasta mucho y al final se le ha hecho largo".
Por otro lado está la historia de Silvia, que padece Esclerosis Múltiple y que, junto a su hijo Eric, todo un deportista hecho por y para volar en el asfalto, tenía el sueño de batir en esta edición el récord Guinness. No pudo ser, pero juntos prometen que volverán a intentarlo.
No obstante, no es momento para lamentaciones. Al igual que Pablo, su mera presencia en el circuito inundó Sevilla de una atmósfera especial. A pesar de quedarse a menos de tres minutos de batir la marca de 2:58:40, madre e hijo bajaron su tiempo en 15 minutos.
Al finalizar la prueba, un Eric levemente contrariado por el resultado y agotado físicamente por el esfuerzo se lamentó de haberse quedado a las puertas de la gloria, si bien es posible que el empedrado en ciertas áreas del recorrido, así como el estado del asfalto en alguno tramos, pudiese haber afectado el desarrollo de la prueba. "Siento que me frenaba", aseguró, mientras descansaba descalzo sobre el albero.
Es difícil pensar que Pablo y José Manuel no vuelvan a volar a ojos de la Giralda, pero quién sabe si Eric, Silvia y Rafa, el padre de la familia, toman la decisión de volver el año que viene a la capital andaluza para volver a retar a la Esclerosis Múltiple.