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Rugby con acento: la vida detrás del éxito de las 'Cocodrilas'

Las 'Cocodrilas', entregadas a la grada de La Cartuja (Foto: Juan María Vélez).
Miguel Delgado

Hacer historia no es fácil. Muchas personas, menos en realidad de lo que parece, se vuelcan a la vuelta del trabajo en lo primero que sale en la televisión para desconectar del mundo. Las ‘Cocodrilas’, una vez terminados sus deberes, conducen -al menos- tres veces por semana a las Instalaciones Deportivas de La Cartuja. La carretera de noche es muy oscura hasta que resplandecen los focos, inmensos, camino del aeropuerto.

Entrenan martes, miércoles y jueves, de 21.30 a 23.00 horas. Llegan a casa y aún tienen que ducharse y cenar. Y ‘temprano’ a la cama; mañana, a primera hora, vuelta a la rutina. Hace dos años se convirtieron en el primer club andaluz de rugby femenino en jugar en la élite nacional. Hace apenas unos días cerraron la temporada regular en primera posición gracias a puntuar en 13 de 14 jornadas.

Este sábado 15 de marzo se iban a jugar el pase a la final de la Liga Iberdrola. “Domingo, domingo 15, has dicho sábado”, me corrige Manu Sobrino, entrenador, capitán del Ciencias y médico en proceso. Supongo que en eso consiste esto, mientras el aficionado espera la fecha con ansia, el que está dentro no acepta que nadie le robe un día de preparación.

Pero no jugarán -al menos, de momento- ante su gente. La expansión del coronavirus les robó, primero, una parte fundamental del ‘factor campo’. “La grada siempre es un aliento, es impresionante cómo se vuelcan con el equipo. De alguna manera van a estar, no sabemos cómo, pero ya se inventarán algo”, contaba Lola Gracia (Sevilla, 1992), capitana, antes de conocer la última actualización. La expansión de la enfermedad ha terminado con un comunicado de la Federación Española de Rugby, que decidió aplazar el choque con el Sanse Scrum, equipo madrileño, a expensas de la resolución del conflicto.

La apertura, de 27 años, fue una de las primeras en emprender esta aventura y, a diferencia de la mayoría de sus compañeras, sí contó con un referente femenino en sus inicios, algo que, como reconoce, “no es lo común. Yo estudié en el Colegio Aljarafe. Mi hermana, a través de nuestra profesora de educación física, empezó a jugar al rugby y, al final, entre las dos me engancharon. De hecho, he sido compañera de mi hermana muchos años y nuestra profesora, Mariola Rus, es la actual presidenta”, narra.

Aunque la sesión empieza a las 21.30, las ‘Cocodrilas’ ya se dejan ver por La Cartuja treinta minutos antes. Mientras algunas acuden al fisio, otras terminan de cambiarse, dejan las mochilas y se reúnen en una pequeña grada que decora un campo de césped artificial en aparente buenas condiciones. Allí ya se está jugando al rugby; el Ciencias, que volvió este año a la élite nacional, es el encargado de darle el relevo a las chicas. Allí, Manu Sobrino termina y vuelve a empezar, posa el oval y agarra el silbato.

Una “mano” que dura ya cinco años

“Empiezo con las niñas hace cinco años, conocía al entrenador -Carlos Doctor-, mi novia juega en el equipo y me ofrecí para echar una mano. A él le pareció bien y lo que parecía para estar un par de días terminó en algo más de involucración”, subraya el técnico.

Era una época diferente en clave femenina, “a nivel nacional no existía esa División de Honor a doble vuelta, ni tampoco esa División B como ahora mismo”, pero el grupo ya alzaba la cabeza. “Yo lo que veo al principio es que había un grupo muy bueno a nivel técnico, lo que faltaba era tener más jugadoras. Era evidente que, a poco que se trabajara, se lograría el ascenso tarde o temprano”, continúa.

Mayo de 2018. Andalucía vuelve a celebrar el deporte. Por primera vez en esta región, culturalmente en desventaja con los equipos del norte de España, un equipo liderado por mujeres recorrería la península abanderando que el rugby no es sólo un juego de hombres.

“No te voy a decir que fuese una liberación, porque no teníamos ninguna presión por conseguirlo, pero sí que fue ver el resultado de mucho trabajo. No sólo conmigo, se venía haciendo desde antes. Desde mi llegada, el ascenso se plantea a tres o cuatro años vista y se consigue al segundo”, añade Sobrino.

Barcelona, Huelva, Sevilla

En esa misma teoría se mueve Cristina Casas (Barcelona, 1983). También capitana, veterana en este deporte, cree en el éxito como fruto del trabajo y afianza la idea de su entrenador. Sevilla se nutre del talento de otras provincias del sur, de España e incluso, últimamente, también del mundo: “El rugby y no sólo el rugby, la vida les ha traído aquí”.

A Cristina la captaron en el instituto con 15 años, en L’Hospitalet. “Me encantó”, aunque asegura que lidiar con el entorno no fue lo más fácil: “Antes no existía esa visibilidad. Imagínate mi madre, ‘¿cómo vas a jugar al rugby? Un deporte que consiste en pegarte golpes’. Pero yo me enamoré e hice lo imposible por jugarlo; hoy día, aunque se sigue dando, esas palabras empiezan a escucharse menos”.

Pronto empezó a destacar, alcanzó un nivel que llamó la atención de la selección española, pero, fruto del amor, dejó Barcelona para poner rumbo a Huelva. “Mi pareja estaba allí y lo dejé todo. Me fui sin saber que me encontraría ese vacío a nivel deportivo. No me arrepiento nunca de nada, pero sí que es verdad que perdí una parte de mi vida. Aunque no nos ganemos la vida con el rugby, esto no es sólo un rato: es una filosofía de vida y se echa de menos”, destaca.

Ese “vacío”, no obstante, empezó a llenarlo en Huelva. Amagó un par de veces con construir un equipo, e incluso, “leyendo el periódico”, dio con un club que recién empezaba y se lanzó a por él, pero no le terminó de convencer: estaba formado por un “grupo de niñas más jovencitas y era otro nivel de competición”. Venir a Sevilla nació de un “engaño”.

“Ostras, Belén, yo no puedo ir a probar a las ‘Cocodrilas’. En ese momento compaginaba trabajo, estudios y tenía sólo una tarde libre a la semana. Efectivamente me fui y cuando volví a Huelva ya tenía la ficha sacada”. La vida, nuevamente, la trajo a Sevilla para quedarse, aunque ese proceso no se produjo de un día para otro.

Estuve varios años entre Huelva y Sevilla. Éramos tres locas que, cuando terminábamos nuestra jornada laboral, nos montábamos en un coche y veníamos dos o tres veces a la semana a los entrenos. Al venir costaba, pero a la vuelta, mira que era tarde, veníamos contentas. Hicimos una pequeña familia en aquel coche, pero era difícil. Una hora y media de trayecto no te deja más tiempo que esto”, recuerda mientras sonríe, segura -en apariencia- de haber tomado la opción correcta.

Las 'Cocodrilas' rodean al entrenador, Manu Sobrino, durante un entrenamiento en La Cartuja.

“Aquí hemos encontrado nuestra familia”

“Nuestro equipo es muy equipo. Hemos ido sumando jugadoras que han hecho suyo este proyecto. No es sólo deportivo, también personal: somos amigas”, asegura Lola Gracia, y Cristina Casas añade: “Cuando tengo un problema, yo llamo a mis compañeras”. Ambas coinciden en mencionar la palabra “familia”, al igual que Manu Sobrino, y también Kasandra Sylla (París, 1998), pura energía.

‘Kass’ tiene 21 años, nació en París, se mudó con menos de un año a Asturias, jugó en el CRAT a Coruña y vive su segunda temporada en las ‘Cocodrilas’. Su historia, desde luego, no tiene desperdicio.

Pregunta: ¿Cómo llegas a Sevilla?

Respuesta: Yo vine a ver el ascenso a Sevilla porque me coincide con un viaje y ¡yo no sabía que en el sur había tan buen rugby! Lo viví desde la grada, enseguida me aprendí las canciones, era una más. Ese día conocí a Carlos Doctor, entrenador junto a Manu, y luego viví el tercer tiempo junto a las niñas, conviví con ellas y eso fue un condicionante enorme. Me volví a casa, llegó el verano y un día me habló Manu y me preguntó por WhatsApp si me apetecía afrontar este reto.

Y dijo que sí, aunque claro, no es una decisión que se tome a la ligera. “De Coruña a mi casa eran 300 kilómetros, desde Sevilla a Asturias hay casi 900… Pero yo vine de pequeña a Andalucía y me gustó mucho, quería ver más y si te echan un cable con el alojamiento y un trabajo… Porque eso sí, en este país el rugby no te da para vivir, menos en el femenino”, reivindica.

Será por eso, por su juventud, carisma, y por supuesto experiencia, que se abre a soñar con el título que debía arrancar este domingo: “Si hemos ganado once partidos durante la liga, por mucho play off que sea este son dos partidos más. Nos conocemos las caras, no tenemos nada que demostrar, cero presiones, lo que nos dice Manu es que todo lo que viene ahora es gratis”.

Todo queda en ‘stand by’. Mirándolo por el lado bueno, cuando el caos desaparezca, que lo hará, la marea verdinegra volverá a gritar como siempre, quizá como nunca antes. “Dicen que estamos locas de la cabeza, que solo animar a las ‘Cocos’ a mí me interesa, vamos a echarle huevos que yo os animo, al final todas juntas lo conseguimos… ¡oh, ‘cocodrila’, oh ‘cocodrila’!”, se escucha. Ecos de diferentes voces se cuelan en La Cartuja donde, hasta nuevo aviso, no se puede pasar el oval.

Mientras tanto, pecho fuera y cabeza alta. La historia, a expensas de lo que tenga que venir, ya está escrita para quien la quiera revisar, aunque a Lola Gracia, entre risas, casi que le ruboriza: “Bueno, somos las primeras, así que en ese sentido sí es histórico. Lo vivimos con orgullo, pero sabiendo que es también una responsabilidad”.

También lo siente así Cristina Casas, que desvela que le dan vergüenza las cámaras e incluso que las nuevas hordas de este deporte la reconozcan: “Soy bastante tímida”. Pero oye, a nivel social, ser ejemplo de apertura a este universo en expansión no está mal. “Algunas madres se nos acercan y dicen: ‘¡Vaya mi niña! Todo el día cantando vuestras canciones’, y eso es un motivo de orgullo”.

No habrá cánticos este domingo. El silenció será el dominador en un ambiente que debería ser de fiesta, un mediodía a priori destinado a celebrar un nuevo hito del deporte andaluz. No obstante, a diferencia de otros ‘profesionales’, la vida no frena para las ‘Cocodrilas’. Sin rugby, muchas de las chicas seguirán pendientes de sus respectivos trabajos o estudios, a expensas de una nueva cita con el oval que haga relucir, otra vez, el papel de la mujer sobre la hierba de Andalucía.

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