¿Es cierto que entró al vestuario con pistolas?
Algunas personas hablan mucho y no saben nada. ¿Ve usted alguna pistola por aquí? No las verá porque no las hay. Mire en los cajones si quiere... No voy por la vida pegando abrazos a todo el que se me acerca, pero tampoco encañonando a nadie. No estoy loco.
¿Se considera usted un presidente normal?
Es que no sólo soy el presidente de un club, sino también su propietario. Es un matiz importante, al menos desde mi mentalidad. No soy de ese tipo de personas que pagan y callan, pero tampoco voy dando tiros. ¿En qué cabeza cabe que yo llegue a tal extremo con mis jugadores? ¡Ellos son mi segunda familia, son como mis hijos! Lo que sucede es que hay que exigirles que hagan bien su trabajo porque son profesionales y yo tengo grandes aspiraciones para el Neuchatel Xamax.
¿Por qué ha despedido a Caparrós?
De Joaquín Caparrós sólo tengo que decir que era un buen entrenador antes de venir a Neuchatel, como demuestra su trayectoria en España, y que lo seguirá siendo en sus nuevos destinos. Lo que ha pasado con Caparrós es fácil de entender: perdimos el feeling, se le acabó el perfume.
¿Es usted un héroe para muchos presidentes que cuando pierden se quedan con las ganas de desahogarse?
A nadie le gusta que pierda su equipo. Lo que pasa es que muchos disimulan cuando pasa eso, pero ya le digo yo con seguridad que los que lo hacen llevan la procesión por dentro. Yo no lo hago. Creo que hablar con los jugadores es parte del trabajo del propietario de un club. Al final todos vamos en el mismo barco y hay que remar juntos en la misma dirección.
Tiene una mentalidad distinta a la media europea...
Puede ser. Soy checheno. Yo no sé como son los demás, pero sí sé cómo soy yo: tengo una mentalidad más directa, digo las cosas para que las entienda todo el mundo y no me gusta perder el tiempo.