"Estas fotografías me traen viejos y muy buenos recuerdos. Imágenes de los campos del seminario de Derio, auténtico barrizal de octubre a abril, con sus duchas dispuestas en círculo donde hasta cuatro equipos compartíamos desnudeces, jabón, charla y chorrito de agua, fría muchas veces, siendo realmente difícil quitarte el barro del cuerpo; cuando usábamos las botas “marco” con tacos largos de fútbol; cuando cada touch era una guerra por el oval al no permitirse levantar al saltador; cuando las camisetas tenían cuello y eran de grueso algodón para que aguantaran los tirones y agarrones, auténticas losas los días de lluvia y barro; cuando los pantalones tenían bolsillos; cuando no se permitían las sustituciones, únicamente por lesión; cuando se usaban los balones “wallaby” de cuero que en esos días de lluvia y barro eran a la vez auténticas “piedras” a la hora de patear y “truchas” a la hora de pasar; cuando las retransmisiones de la 2 con Celso Vázquez y Ramón Trecet (quien no recuerda expresiones como “melé espontánea”, “patada defensiva”, …) y las VI naciones eran V, el ensayo valía 4 puntos, no había tarjetas amarillas ni rojas, ni árbitro de televisión. Ese tiempo ha pasado ya, el rugby ha evolucionado, y mucho, en algunas cosas para bien y en otras para mal, los rugbyers no somos perfectos: las camisetas son de licra, los pantalones no tienen bolsillos (se ha perdido la elegancia en el vestir), los campos son, por desgracia cada vez más, de hierba artificial y el profesionalismo se ha instalado en la élite, pero lo que no ha cambiado es su esencia, el RESPETO: respeto al compañero, al entrenador, al contrario, al árbitro, a los espectadores, expresado en la liturgia del pasillo al finalizar cada partido y el consiguiente tercer tiempo, compartiendo cerveza y experiencias con tus contrarios, en ese momento ya amigos y pertenecientes a tu misma fe, la del RUGBY".
Por Gontzal Sever, presidente Universitario Bilbao rugby