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Gorbea: Monte o gaseosa

ElDesmarque

´GORBEA´: MONTE O GASEOSA Cumbre de Bizkaia: 1481 m.

Fue por noviembre de 2001, a primeros o a mediados, no me acuerdo, no apunto las cosas y luego lo lamento, como ahora, lo siento si no doy la fecha exacta, permítanme la aproximación. Fueron varios días de fiesta, el fin de semana que precedía al gran día, que cayó en lunes o martes, inadecuado para el que tiene la obligación del duro trabajo.
Cientos fueron los montañeros que se acercaron hasta la cruz hundiendo sus pasos en la gruesa y blanda nieve, nevó mucho esos días, temporal, ola de frió que viene desde Siberia como caravana de Reyes Magos que, guiada por una estrella, se acerca al lugar donde acontece un prodigio. El día principal, cuando las bodas de diamantes deben ser festejadas, a pesar de ser de labor, se celebra una misa que parece mismamente un acto cantado en el cielo, todo blanco: el suelo, el firmamento y el altar, y los fieles devotos que van recogiendo en sus capas un copo y otro…hasta cuajar…
Uno cree, se fía de lo que le dicen, que la vegetación es por aquí exuberante, de bellos colores, siendo, como es, otoño. Pero otoño nevado, blanco manto que el cielo extendió sobre la tierra, hay que tapar la hermosura, al igual que a Jesucristo, crucificado, se le cubre con un velo morado mientras permanece muerto de viernes a domingo en Semana Santa.
Si no fuera por este luto tan blanco que guarda la tierra por la muerte de las hojas, gozaríamos del lila del brezo, del amarillo del árgoma…y de las hojas marchitas y ocres…y del verde de los helechos; y en los ríos, si no fuera porque la nieve los cercó hasta casi lo invisible, veríamos revolotear al mirlo acuático; y en las charcas y humedales, si no fueran pista o espejo de hielo que el río creó, veríamos a la rana ágil y a la ´patilarga´, “cro-cro”, y al tritón alpino, que no sé ni cómo es ni qué tipo de ruido produce cuando habla.
Sin memoria, recorro, fotografía a fotografía, un parque que es cofre de tesoros naturales. Sin memoria, sin conocimiento, y hasta sin ojos, para qué sirve la vista si todo lo que le enseñan es blanco, nieve y más nieve, todo será nieve cuando empiece la ascensión final para la que ella ya se prepara, se ajusta el gorro en la cabeza, luego se pondrá su prenda de abrigo y se enguantará las manos, todo será poco, abajo luce el sol que templa el aire, pero a medida que se acrecienta el empinamiento de la cumbre la temperatura bajará, y soplará muy fuerte el viento que un día derribó la cruz que corona este orondo monte que buscamos, muchos años han sido los de la espera, estamos ansiosos, tocarla, besarla, y luego gritar, como se dice en la canción: “GORBEA, MU-TI-LA!”
La cruz, es la cruz lo que buscamos, verla y adorarla, sin cargar luego con ella, suficiente o demasiado tenemos ya con el pesado madero que arrastramos al vivir, y no vemos, las metáforas son invisibles, decir madero de cruz es decir “¡Qué difícil resulta la vida para el ser humano que piensa y siente con dolor!”, y qué pronto llega la muerte, y cuánto duele también ésta, y resulta difícil de asimilar, cosas del nacer, que conlleva morir, y nosotros no escogimos ni lo uno ni lo otro, ni pedimos un principio ni aceptamos un final, que alguien me explique por qué nos enseñan a amar una vida que se tiene que acabar, morir es la palabra, sí, morir.
La cosa que ella señala, vista ahora un poco más de cerca, conmigo sentado en su base, parece un muñeco de nieve  que niños y niñas hicieron por entretenerse mientras sus padres pensaban, comían y bebían el vino de una bota. Qué hacer para no aburrirse, pobres criaturas que cargan con la culpa de construir un becerro pagano, son inocentes, no es becerro ni muñeco de nieve, a ver, ¿dónde está la nariz de zanahoria, y la bufanda en su cuello, y su gesto de circunstancias? No es muñeco, digámoslo ya, y pidamos perdón por bordear la blasfemia, lo que aquí hay y la nieve tapa luego se dirá, yo hablaré de lo visible para que el que hasta ahora no creyera se apoye en algo real y tangible.
Lo que está encima de un misterio que la nieve oculta es otro misterio, de los más grandes, es la Virgen de Begoña, la Amatxo de Bizkaia, alguien la subió a “aupas” o a “burrukutxus” hasta aquí, no fue necesario el mulo que en su lomó acarreó, desde Zeanuri, esta mesa de orientación sobre la que yo me siento, sobre la que se levanta la cosa que la nieve cubre y sobre la que está posada, casi flotando, la Santísima Virgen…
Ahora se ha ido la niebla. Llegó la luz. Limpia y pura nieve. Cuerpo que se aferra a los troncos de este árbol de metal, que se emociona, rompe en llanto, sus lágrimas caen y se congelan al instante, por eso no llegan a ser nieve con la nieve, son cristales que el viento estira con su fuerza, manos que se agarran para no ser arrancadas, estalactitas y estalagmitas de una cueva sin paredes que el viento azota. Parece que ahora no sopla, cuando arrimamos el hombro, como costaleros, a esta Virgen, como si fuera estatua o ´Paso´ que debe ser sacado en procesión.
Ella es la última en aparecer en este “Viacrucis”, la Cruz entera y la gente que la adora circulando alrededor de su perímetro. Pero quitemos las comillas a la palabra viacrucis pues no es préstamo ni comparación, qué fue, qué es lo que hemos hecho o hicimos si no eso exactamente, un Viacrucis, un camino hacia la CRUZ, con mayúsculas, porque es gigante. Con frío, pero sanos y salvos, descendemos, la cruz no ha sido tormento, no hubo clavos, no hubo gritos, no hubo expolio ni mofa ni vejación, nadie dijo, “Si eres el hijo de Dios, desciende de la cruz”, o, suplicando, “Padre, perdónalos…porque no saben lo que hacen”…
… Nosotros vagaremos por el Parque Natural de Gorbeia como Adán y Eva en Paraíso, solos, nadie más sobre la faz de esta tierra. Seguiremos el curso de un río en su descenso, apreciaremos el musgo sobre las piedras, y los árboles que, semidesnudos, se arriman a la corriente. Luego dejaremos el pequeño barranco, tiraremos hacia arriba buscando el abrigo de una de las bordas pastoriles que se arriman a pequeños bosquecillos, como si la piedra fuera un ser que temiera la crudeza de vivir a la intemperie…
Mi mente, mi conciencia, mi alma, en fin, lo más mío, estaba en el monte Gorbeia. Creía subirlo por segunda vez, esta vez en solitario, en una tarde oscura pero sin nieve. En la cima vi, clavadas, no una cruz, sino tres. En las cruces, crucificados, tres hombres: en medio, el hijo de Dios; a los lados, los ladrones. De los tres, uno era yo, Dimas, el buen ladrón, el que afea a Gestas, el malo, su grosero comportamiento para con el Maestro, el que escucha, luego de un sincero ruego o petición, la respuesta de un hombre que me dice, llenándome con sus palabras de sosiego:”Yo te prometo que esta tarde estarás conmigo en el Paraíso”.
Escribe: Samuel Aguirre 
 

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