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Bendita montaña (a pesar de pesares tan dolorosos)

Kuitxi

El 30 de junio, tarde noche en Portugalete, le envié un mensaje vía wasap a Juanito Oiarzabal: ¿Qué sensaciones tienes sobre Alberto Zerain y compañero? "Malas", me contestó Oiarzabal, uno de los montañeros más grandes del planeta Tierra, sino el 'mas': su pasión y su currículo le delatan.

Luego de confirmarse lo que, por otra parte, era el 'relato de una muerte anunciada' desde que, una semana antes, el artilugio que manejaban los dos escaladores se detuvo tras dejar registrado un vertiginoso descenso de 150 metros de altitud. Aquello era blanco y en botella, pero nadie lo quiso reconocer, porque en la montaña, a veces, ocurren milagros, como esos que a Juanito Oiarzabal le han permitido liberarse de las nieves de la muerte cuando él ya tenía asumido que su último lecho era el deseado, el que todo montañero vocacional anhela por encima de pasar sus últimos días sufriendo de manera espantosa en la fría cama de un hospital.
Más allá de la tragedia que supone la desaparición de dos seres humanos, del tremendo dolor de sus familias, me han dejado un tanto tocado las declaraciones del gazteiztarra Juanito Oiarzabal: "No sé si ya merece la pena esto de los 'ochomiles''. Mira que en la carrera de Juanito han ido cayendo montañeros, compañeros de cordada, la mayoría de ellos, amigos de la infancia con los que empezó a leer las primeras letras de la naturaleza en las canteras de Egino y Atxarte.
Dice Van Morrison que "vengo de una época de la que ya no queda nada". Juanito no debe ni puede decir lo mismo. La montaña no sabe de tiempos; tampoco es susceptible de ser acusada de "asesina". Nacer conlleva morir. Escalar puede acelerar el momento, pero mientras no llega, al darse cuenta de que pareciera que los que mueren son los demás, y no uno, la rendición es un acto que provoca un arrepentimiento de por vida.
En todos los de su estirpe, la historia se repite: Anboto, Ani, Arlas, para, de repente, dar un salto a los Pirineos más hermosos, a los Alpes del Mont Blanc y a ese Cervino que Juanito tiene como foto en su wasap. Desde ahí, como si en Europa no hubiera mas cumbres seductoras, escuchan la música de las turutas bocineras de los 'ochomiles' que se levantan muy pegaditos  en las cordilleras del Himalaya y el Karakorum. Llegan a Katmandu. Llegaron. Conquistaron el primero y, a la bajada, se fueron a casa de miss Holley ('la notaria del Himalaya'), para dejar constancia de su logro... Esta vez tocaba el Nanga Parbat [Karakorum: 8125]. Zerain y el argentino Mariano Galvan no pretendían tan solo hollar, sino buscar la cumbre por la arista 'MAZENO', una vía que no había sido gestionada para pisar la cabeza del Nanga Parbat. Su nombre de pila es 'Montaña Desnuda', pero en los mentideros mendizales la apodan 'la montaña asesina'. Algo tienen los picos  cuando los bendicen...
Zerain y Galvan caminaban por nieve firme. No muy lejos, Alberto Zerain, 'Zeras',  en su día, había dejado satisfecha a la 'diosa de la abundancia', ese Anapurna en el que la diosa Fortuna empezó a hacer sonar su cuerno de la abundancia para alertarlos de un peligro inminente. Ellos no lo oyeron. A sus oídos les llego un ruido seco. Alzaron la mirada. Del cielo llovía nieve. Abrieron sus brazos para recoger la ingente cantidad de copos que hacia  ellos se precipitaba.
Se veían ambos haciendo muñecos de Navidad. Sin nariz, porque sin tierra ni semilla no crecen zanahorias. Cuando lo que no era sino un alud, una tremenda cantidad de nieve desprendida de la cornisa debajo de la cual caminaban, les alcanzó el aura que adornaba sus testas, el pensamiento se les bloqueo, y hasta la más nimia sensación de miedo. Su memoria retrocedió vertiginosa hacia su infancia más amada. De seguido, nada más, dos  cuerpos sepultados por ese milagro que es el agua cuando tiende a endurecerse.  Como se dice cuando en el mar, ellos sabían que les había llegado la hora de dormirse en su último lecho, pero la nieve del corredor 'MAZENO' no sabia que estaba matando a un vasco y a un argentino, cuyo único 'delito' había sido amar con locura a esa naturaleza que cuando se ciega se convierte en un niño, ojos vendados, piñata de cumpleaños. El fútbol me impidió haberme volcado en lo que desde siempre había sido mi pasión. De haber tenido tiempo, quien me dice a mi que no habría seguido la senda de los montañeros vascos que están a la cabeza de las gestas cuando son contadas con mucho cariño e infinita verdad.
Juanito piensa en Patty y sus dos hijos. "No queda otra que arroparlos a fin de que encuentren consuelo". Oiarzabal, cegado por el inmenso dolor, podría estar cometiendo el grave 'pecado' de renegar de todo aquello que le ha dado sentido a su vida, a su existencia, al breve paso por el mundo. Él siempre ha dicho que "vivo de prestado", que "por lógica, yo me debería haber muerto una docena de veces". Pero no lo estas, Juanito. Contigo (y tu hijo, Mikel) le perdí el miedo al 'Paso de Mahoma'. Contigo (y la necesaria ayuda de Mikel) rapele la Brecha de Latour para hacernos una foto con la camiseta de Sportlandia en la cima del Balaitous. Contigo, en este verano incipiente, tenía planes para el Vignemale y el Posets.
Sé que ahora ni son horas ni días. Madurara Julio hasta caerse del árbol la pieza de fruta y darle un coscorrón al dormilón de Newton. Llegará Agosto. Dejemos que llegue. Inmersos en el, cerraremos los ojos, lloraremos por los ausentes, y, junto a Mikel, saldremos los tres en busca de ese refugio desde el que atacar las torres colosales que se alzaron  con el único fin de que nosotros las escaláramos hasta ser hitos con alma en el punto más alto de sus cimas. Alberto Zerain, Mariano Galvan. Si os hubieran dado a elegir: ¿Sueño entre la nieve...o camposanto ciego y hostil? Bendita montaña.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi'. Futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, cronicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes. 

@LuismaPrezGartz

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