Yo era ajeno a su tragedia, también mientras escribía la crónica más dichosa de todas las crónicas escritas por Samuel Agirre, el Portu en Segunda, que felicidad. Y cuando me dispongo a encuadernar, he ahí la mano de su Dios que lo designa y señala, Eh, tú, siervo mío, acompáñame. Y él, obediente al Padre que sacrificó a su hijo en una cruz, asciende al Parnaso, morada celestial para los que gustan de expresarse en poesía...
Vivía sensaciones tan confusas: horror, emoción, tristeza y alegría, que, mezcladas todas, y bien revueltas, en la hormigonera de mi corazón, parieron sin embargo un título feliz, quizás porque ya estaba escrito de antemano y ni la terrible llegada de la muerte pudo con el. "Magic Time", titulé la crónica del ascenso, Tiempo Mágico, sí, a pesar de la 'fuga' de Mario.
Tal vez porque a él así le habría gustado verla titulada. A él, que ya no estaba. Y fue entonces, cuando todo se había consumado, así el ultimo cántico de alegría como la última visión de su glorioso cuerpo envuelto en su sudario gualdinegro, llegado el momento de tomarla a ella de la mano y huir hacia el sur, en busca de la mágica montaña, tratando de ahogar la nostalgia que su marcha nos había dejado...
Magic Time, Magic Time, Magic Time... Aprovechemos la magia de este verano por mor del fútbol, de unos colores, que lo bueno, dicen, no tiende a durar demasiado, y más si la bonanza se da en la casa del pobre. Pongamos que un año. Y conformémonos. Y brindemos ya por el comienzo a pesar de lo duro que resulta el andar cuando el poeta Marrodan, de carne, hueso y alma que era, se ha convertido en una estrella que desde el cielo nos guía, que tristeza, qué alegría, ya van los pueblos pasando, nítidamente se ven a través de la ventana del autobús...
¡Es La Alpujarra, señoras!... o 'Las Alpujarras', señores, que hay quien prefiere el plural a la hora de hablar de esta tierra, que es siempre igual, como el agua de un río, pero siempre distinta. Los que nunca coinciden son los nombres, hermosos como ninguno, y para empezar, Lanjarón, sinónimo de agua, agua fresca, pura y cristalina que viene bajando desde las cimas luego de haber sido nieve...
Cañar, Soportujar, qué quebrada carretera, que tortuosa, curvas sin parar, a diestra y siniestra, los barrancos, terribles, terroríficos. Las líneas de asfalto son un garabato cuando llegamos a Capileira, antesala de un territorio que, por su acento, parece que hubiera sido traído dese la mismísima Galicia por los poderosos brazos de un coloso, de un titán: ¿Breogán?...
Luego de Pampaneira [la preferida de Zuriñe: promesa de una sobrina que se convirtió en 'estatua de sol'], Bubión, y, por fin, Capileira, donde muere la carretera, al menos la que a algún pueblo nos lleve, porque las pistas siguen, y las veredas, y las sendas camino de la más alta de las montañas de la ibérica peninsula, el llamado pico Mulhacen, nombre que se le puso a este gigante de 3.479 metros en honor a un rey moro que dejó su vida por estas nevadas sierras. Mulhacen, Mulhacen, Mulhacen, el reto de una mágica montaña para festejar la proeza de un equipo, el jarrillero, casi centenario...