El viento es el peor enemigo del fútbol. Todo futbolista lo sabe. Por eso lo aborrece. El que ha jugado temporadas en La Florida sabe de un montón de mañanas y tardes pestosas. Llega soplando desde lo alto de La Arboleda. Alcanza los muros del 'Municipal'. Los evita. Violento se interna en el campo. Arrasa. Evita las viejas casetas luego de henchir las redes de la portería como si fueran las velas del barco que figura en el escudo de la villa jarrillera. Continúa en dirección a la Ría. El Abra. Hasta perderse en el mar. Y como cuando despierta se muestra incesante, voltea a los jugadores como si fueran muñecos, convirtiendo el balón en un arma arrojadiza. En tales circunstancias, la pelota es un tesoro. El que logra hacerla suya con habilidad y domarla con pericia se convierte en el más serio candidato para la victoria.
Contra el viento. Así el Portu como el Leioa. Pero, del mismo modo, sabiendo que la victoria estaba, estaría, habría de estar en el viento. La victoria. Sí. La primera victoria de esta atípica temporada de partidos frustrados, suspendidos, aplazados, pendientes. Grupo falto de paridad. Clasificación virtual. Los números no son lo que parecen. Equipos que se enfrentan sabedores de que un fallo, tan solo uno, sea en ataque o en defensa, terminará decidiendo la partida. Tal es la igualdad. Con el nombre no se gana. Pero ganar es lo único que importa. En La Florida. Portu y Leioa. Entre sí. Pero, ambos, contra el viento. El peor enemigo del fútbol.
De ahí que sorprenda que Iker Bilbao, técnico del Leioa, no haga alusión al viento en sus declaraciones para la página oficial de su Club. Hace una lectura correcta, sensata. Barre para casa sólo lo necesario. "En la primera mitad fuimos nosotros los que gozamos de las opciones más claras". Sencillo resulta rescatar ese mano a mano entre Pradera y Mediavilla. Tenía el ariete todas las de ganar. No maniobró mal. Pero, a la hora del recorte decisivo, Jorge Mediavilla demostró el por qué de su gran fama en el 'cuerpo a cuerpo'. Aguantó. Felino, se abalanzó sobre su 'pieza'. Que no era el cuerpo de Pradera, sino el esférico. Perfeccionista. Obsesivo. No lo repelió. Lo hizo suyo. Volteando el dicho: "gato con guantes sí caza". ¡Ay, si Pradera hubiera marcado!. El Leioa, por delante. Y aunque un mundo en la disputa, ese gol, tan solo uno, le podría haber supesto a los chicos de Iker Bilbao el tremendo alegrón de su primera victoria.
"En la segunda mitad, tuvimos alguna. Pero a medida que el tiempo pasaba, el Portu se iba sintiendo más cómodo". A pesar del odioso viento, Iker. Ese que desfiguraba así la virtud individual como el intento de hilar fino en lo colectivo. Elegante en la derrota el míster de los azulgranas a los que les dio por vestirse de verde. Y aunque en el último suspiro Raly Cabral estuviera a punto de igualar la contienda, Iker Bilbao, pensando ya en ese futuro que, en 'Las Rozas', les ofrecerá la oportunidad de seguir medrando en la llamada 'Copa Federación' frente a un tal 'Polideportivo Municipal de Navalcarbon'. "Deberemos esmerarnos en los entrenamientos a fin de convertir en goles tan claras ocasiones".
Ezequiel Loza, en cambio, sí que terminaría hablando del viento en sus declaraciones para el Desmarque Bizkaia. Como si fuera 'hijo del barro' nacido en lo más alto de La Florida. "Partido igualado, como todos los que vemos en esta categoría, muy condicionado por el viento, que hacía difícil el manejo del balón, sobre todo en los pases al espacio". ¿Mejor a favor que en contra el viento? Pues mire usted, depende, todo depende. "En la primera parte lo teníamos a favor y no estuvimos cómodos". Juega con los jugadores el viento. "Hubo muchas disputas aéreas, y cuando conseguíamos bajar la pelota al suelo, las jugadas se perdían siempre en la última acción, cuando pretendíamos buscar los espacios". Cuando un entrenador habla también en el nombre de su compañero de banquillo.
Loza zanja la producción de los suyos con "un par de llegadas por banda peligrosas" y sobretodo "un libre directo ejecutado por Esteve que el viento envenenó" obligando a Iturrioz a estirar su brazo hasta el extremo. ¿Cómo es posible que Iker Bilbao no se refiriera al viento de La Florida como enemigo del fútbol número uno? ¿Acaso no lo odia? ¿Hasta ese extremo llega la bondad de este 'caballero del fútbol'? A Ezequiel Loza, la memoria le permite acordarse de "un robo de Pradera a nuestra defensa". Ahí podía haber estado el partido. "Pero Jorge estuvo extraordinario".
El viento tempestuoso siguió a lo suyo en el segundo acto. "Hemos intentado jugar más tranquilos y llevar más la iniciativa". Loza cree que su equipo empezó a tener "muy buenas sensaciones a partir del minuto 70". Entiende que "los cambios nos han dado mucha energía y más claridad con el balón". Llegaron "varias ocasiones muy claras". El Portu 'abrió' el campo. Contra el 'vicio' del viento, la 'virtud' de rasear la pelota. De "los cambios" y su "energía" habla Loza. Y así como Raly Cabral era el arma con la que el Leioa de Iker Bilbao hostigaba una y otra vez el entramado defensivo del Portu, Musy, esa suerte de cisne que elegante corre sin llegar su cuello a desmadejarse, se echó el balón a los pies y empezó a montar la de 'Dios es Cristo'. Jaime Dios, jugador del Leioa: ¡no quiso San Roque que el 'Dios del Leioa' tuviera poder!
Toda la grandeza del partido cabía en las maneras fantásticas de Musy. Mario Musy. Alto. Delgado. Y también, desgarbado. Se marcó un 'slalom' por su banda derecha. Intocable. Como un fantasma. Se presentó ante Iturrioz. Intentó evitarlo por alto. Pero Urtzi no terminó de vencerse. Elevó su brazo. Estiró la mano. Tocó el balón. Lo desvió. Serpenteó para evitar que el balón traspasara la línea de gol. Lo pagó caro. Un dedo roto. Ojalá no. Inmovilizado. No pudo seguir. Aritz de Miguel tuvo que hacer frente a la última avalancha jarrillera. Llevada a cabo con mucha cabeza. Y una inquebrantable fe. Un remate. Dos. Tres. Un gol anulado. Hasta que aconteció lo incontestable.
Esteve Monterde. Que sabe de Islandia, como de Cabo Verde, los ancestros de ese pequeño diablo llamado Raly Cabral. Caído a la banda izquierda. Se le dejó espacio. Levantar la cabeza. Mirar. Ver. A Musy en el corazón del área. Tocadito el envío de Monterde. Milagrosa la aparición de Mario. Testarazo. Sin perdón. Era lo que tocaba. Golear. Darle a su equipo un gol y, de paso, la primera victoria de la temporada. No hubo griterío porque la afición estaba en casa. No hubo cohete. Porque con mascarilla, se bufa. Desde el otro lado de la pantalla de 'Footters' todo era silencio. La cámara enfocaba al goleador. Al dorsal número 9. Sus dos manos, tapándose la cara. Difícil acertar. Pero el cronista, para que todo cuadre, cree que Musy musitaba. "Este gol mío". El que al Club Portugalete le daba su primera victoria de la temporada.