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Tom Cruise apuesta sobre seguro otra vez

El estreno ayer en España de Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás (Ed Zwick, 2016) y las noticias de que Misión Imposible 6 llegará en 2018 y su reboot de La Momia el año que viene confirman que, tras un lustro desde su gran susto profesional, Tom Cruise va a seguir jugando sobre seguro, no arriesgándose a perder de nuevo su prestigio como estrella de cine, lo que le sucedió entre 2006 y 2011, cuando su cara mediática afectó a su poder taquillero y tuvo que resucitar al personaje de Ethan Hunt para volver a su lugar, uno que no va a abandonar. De ahí que desde entonces sólo se haya centrado en hacer cine de acción o gran entretenimiento en diferentes formas, ya sea Jack Reacher (Christopher McQuarrie, 2012), Oblivion (Joseph Kosinski, 2013), Al filo del mañana (Doug Liman, 2014), Misión Imposible: Nación Secreta (Christopher McQuarrie, 2015) y la recién estrenada secuela. Su último trabajo destinado más a demostrar su talento que su forma física fue en el musical Rock of ages (Adam Shankman, 2012), donde Cruise brilla como un trasunto de Axxl Rose llamado Stacee Jaxx, y luciéndose en un par de números más que decentes.

De hecho, sus apariciones son de lo mejor de la cinta. Desde que logró consolidarse como estrella de cine a finales de los 80 y principios de los 90, la carrera de Tom Cruise ha sido un transparente equilibrio entre grandes interpretaciones hechas para lograr premios y personajes de atractivo para el público que ayuden a consolidar su aura. Ha hecho múltiples secuelas y es el epítome perfecto de la superestrella que elige a los directores con quien quiere trabajar –nótese la cantidad de nombres repetidos en la dirección y guion de sus trabajos– y que tiene gran olfato para saber lo que puede funcionar. Tres veces nominado al Óscar –por Nacido el 4 de julio (Oliver Stone, 1989), Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996) y Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999)–, Cruise es un actor excelente, pero al que le preocupa demasiado mantener su status de estrella.

Por eso cuando el Cruise cienciólogo y públicamente enamorado y casado con Katie Holmes hizo mella en el Cruise estrella, se dieron tres años de deliberados intentos de no “caerse” hasta que tuvo que llamar a J.J. Abrams y hacer finalmente Misión imposible: Protocolo fantasma (Brad Bird, 2011). Porque no llegó al Óscar –aunque lo hubiera merecido– con Leones por corderos (Robert Redford, 2007), y Valkiria (Bryan Singer, 2008) no funcionó cómo se esperaba. El inesperado éxito de su grandioso personaje en la estupenda Tropic Thunder (Ben Stiller, 2008), con nominación al Globo de Oro incluida, hizo que tratara de reírse de su imagen de héroe de acción y unirse a la estrella Cameron Diaz en Noche y día (James Mangold, 2010), pero tampoco funcionó.

El sorprendente éxito de la cuarta parte de la saga de espías le devolvió a su lugar, y no se ha movido de ahí. No hay ya riesgo en sus elecciones, porque incluso American Made (Doug Liman, 2017) trabaja sobre seguro porque cuenta la historia real de Barry Seal, un expiloto que se convirtió en un importante narco en el cartel de Medellín y que acabó siendo reclutado por la CIA y el departamento de inteligencia de la DEA. Si esa cinta fracasa será toda una sorpresa. Da un poco de pena ver al hombre, de 54 años, alternando proyectos así con el único interés de no perder su posición de estrella. Pero de gente así está Hollywood llena, porque la industria es así.

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