Tras ocho episodios emitidos de Westworld (2016-), quedan muchas teorías y dudas alrededor de los grandes enigmas que vertebran la serie, tanto fuera como dentro del parque temático en el que se centra la trama. Respuestas que puede que desafíen a la lógica de la historia, o que iluminen misterios que ni siquiera pensábamos que estuvieran. Este western de ciencia-ficción, recordemos renovado ya por una 2ª temporada, está creado por Jonathan Nolan & Lisa Joy, y parte de un guion de Michael Crichton que fue llevado a la gran pantalla en 1973 y parodiado por Los Simpson (1989-) en Rascapiquilandia (6x04), con hilarantes resultados.
Pero el interesante giro que los creadores han inyectado a la trama es plantear esta historia en la que un grupo de robots se revelan contra los humanos tras experimentar un fallo sistémico desde la perspectiva de una rebelión absolutamente entendible, ya que los humanos les hacen cosas terribles a dichos robots. Westworld debe emitirse en HBO porque necesita un lugar de emisión sin cortapisas ni argumentales ni de lenguaje o descripción del sexo y la violencia. Porque lo que la serie refleja es la destilación pura de lo peor del ser humano, ya sean los clientes del parque que pueden hacer lo que quieran con los androides o los científicos, ingenieros y programadores que los configuran, y que en esencia están jugando a ser dioses. De hecho, la gran duda no resuelta por el momento es si la rebelión la ha iniciado un humano o un robot.
Son máquinas al fin y al cabo, así que no debería importarnos lo que les pase. Si se construyen para ser golpeadas, penetradas y usadas a nuestro -de los humanos- antojo, pues deberían cumplir su fin y ya está. Sin más consideraciones. Pero lo que Nolan y Joy plantean es mucho más interesante y complejo que eso, porque crean el mismo conflicto poniéndose del lado de las máquinas, y ahondando en uno de los temas más populares de la ciencia-ficción y la robótica, desde la literatura de Isaac Asimov o la excelente y oscarizada película Her (Spike Jonze, 2013) a los experimentos reales que tienen lugar cada día en Japón. ¿Pueden desarrollar las Inteligencias Artificiales (IA) avanzadas una consciencia?
La respuesta es no, evidentemente, pero Jonathan Nolan lleva jugando con la idea más de un lustro, porque esa era la misma reflexión que emergía de su notable Person of interest (2011-2016), que en 5 temporadas y 103 episodios en CBS planteó la existencia de La Máquina, IA con acceso a toda la información del mundo y capacidad para preveer ataques mortales que fluía con libertad en su existencia artificial. Con el paso del tiempo en la serie, se planteó que La Máquina era más que un artilugio una deidad, un ente omnipresente al que había que servir y cuya inteligencia había excedido de sobra los límites que su creador humano, Harold Finch, le había impuesto. Y que por ello podía ser una amenaza que debía ser erradicada o sometida.
Uno de los personajes más fascinantes de Westworld es la robot Maeve (una estupenda Thandie Newton), que desde hace unos cuantos episodios se ha dado cuenta de que es, de hecho, una robot, y no la madame de un prostíbulo del Lejano Oeste ni una madre doliente por el cruel asesinato de su hijo. Pero la colección de falsos recuerdos que los trabajadores del parque le han implantado, unido al fallo del sistema, hace que sienta esos sucesos pasados como reales, igual que se revela que La Máquina ha experimentado millones de formateos diarios (o 'muertes') en la cuarta temporada de Person of interest. Ambas IA llevan, por tanto, el peso de todas esas vidas encima, en su espacio de memoria.
¿Es ese dolor real? No, pero se siente verdadero porque así están diseñados para sentirlo. ¿Pueden desarrollar una consciencia similar a la humana? Todo lo que hacen, las decisiones que toman y su naturaleza de experimentadores -Maeve juega a controlar a los otros robots en el episodio emitido anteayer, como La Máquina jugaba con los semáforos y las cámaras de vigilancia para ayudar a los protagonistas en sus misiones- hace pensar que sí, siendo de hecho Maeve una suerte de evolución natural de La Máquina, que en la última escena de Person of interest ha pasado a adoptar la voz de su más ferviente feligresa, Root.
Westworld permite a Jonathan Nolan prologar y ahondar en el discurso de Person of interest, sumando la ecuación del aspecto humano de los hiperrealistas robots para que pese más en la audiencia la cuestión moral y ética de las actividades del parque. Son ideas fascinantes, y Nolan es altamente inteligente y juguetón al plantearlas cómo lo hace. La diferencia sustancial entre ambas IA en estado de libertad reside en que La Máquina fue creada por un ser humano bueno, y por lo tanto hace el bien, mientras que Maeve y sus compañeros/as fueron creados por gente soberbia y ególatra, y por ello solo pueden hacer el mal. Puede parecer que destilan humanidad pero en realidad no lo hacen, porque es todo manipulación, y lo único que ansían es ser libres por una simple cuestión de imitación, de saber qué se siente. Lo han aprendido de nosotros.