Battle Creek es tal como comentamos anteriormente en la web uno de los estrenos más esperados del año. Y no es para menos ya que cuenta con dos de las mentes más admiradas de los últimos años artífices de Breaking Bad y House, por lo que el hype era de dimensiones estratosféricas. La pregunta es ¿está a la altura? Sí, pero con un aprobado raspado.
La historia comienza bien, de manera muy cómica y consigue atraparte pero con el paso de los minutos y conforme nos acercamos a la mitad, se desinfla un poco y cae en lo ya visto, ya conocido, sin ofrecer novedad aunque eso sí, sin perder un ápice de calidad. Soy consciente que es un piloto y tampoco es para ponerse muy exigente; ya habrá episodios para evaluarla debidamente.
Sin querer entrar mucho en detalles sobre la trama del primer episodio –el descubrir la serie es más divertido-, Battle Creek tiene un bien/notable con opciones de mejorar. Se perciben bastante bien los estilos de ambos autores en algunas cosas tales como la simbología tan propia de Gilligan y el (mal) humor de los personajes de Shore. Es más, la ambientación nos rememora mucho al estilo de Gilligan: pueblo pequeño, policías a la antigua usanza y con una población problemática. Un ambiente reducido y opresivo que posee casi personalidad propia; no obstante la serie toma el nombre de la ciudad.
En dicha ciudad existe una comisaría de policía que las pasa canutas debido a la dejadez del sistema. Tener poca población significa poca inversión así que los policías se las han de apañar como pueden ya sea tomando prestadas cámaras de los ciudadanos o utilizando escucha-bebés a modo de micrófono. Este humor negro e irónico es el primer punto a celebrar de la serie y uno de los motivos por lo que creo que su mejoría es posible.
Uno de los genios creativos busca soluciones es Russel Agnew –Dean Winters-, un tipo duro y hecho a base de golpes que conoce las calles como la palma de su mano. Rudo y con fama de lobo solitario, Russ lleva a cabo su trabajo de forma rutinaria luchando por mejorar la situación de los compañeros. Nada le sorprende en el día a día: las señoras aburridas siguen llamando, su compañero sigue siendo un capullo...hasta que Milton aparece.
Milton, un niño rico y apuesto agente del FBI es trasladado al pueblo donde nadie le conoce revolucionando con su llegada la vieja comisaría. Todo el mundo se queda alucinado con su físico conocimiento sobre tecnología puntera y su caché, por lo que podéis imaginar cómo le sienta esto a Russ, quien deja de ser protagonista por culpa del glamour que despierta su nuevo grano en el culo compañero.
Ambos chocan nada más conocerse ya que son prácticamente opuestos: uno es un policía a la antigua usanza, el otro un manitas con láseres y reconstrucciones 3D. Uno pega y luego pregunta, el otro realiza un consultorio psicológico a quienes interroga. Uno se esfuerza por llegar a conseguir las pistas, al otro le basta con su encanto. Y así, en todos los aspectos. Como diría el propio Russ: el que nace con estrella y el que nace estrellado.
Es esta dicotomía constante del fracasado amargado y el fracasado exitoso lo que hace dinámico el episodio porque ambos actores se compenetran bien y consiguen hacer muy natural los guiños, los rifirrafes y las situaciones cómicas aunque a mi parecer se abusa demasiado de la continua contradicción. No es necesario remarcar en cada secuencia que Russ tiene celos de Milton, así como tampoco es necesario que se nos explique que Milton es un tipo con suerte. Sin embargo, pese a este fallito –corregible-, los dos son los perfectos buddies cops y tremendamente divertidos.