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Crítica | Los problemas de Iron Fist

Ha pasado ya un mes y cinco días desde que llegara a Netflix Iron Fist (2017-), esperadísima adaptación de los cómics de Gil Kane & Roy Thomas que completaba el cuarteto protagonista de The Defenders (2017), miniserie que une a Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y el mentado Iron Fist y que se estrenará en agosto. Ha pasado el tiempo suficiente como para poder ofrecer una valoración hecha con la distancia necesaria. Porque destrozarla al día siguiente de su estreno, o tras consumir la primera temporada en dos días -cuando además cada capítulo dura entre 53 y 59 minutos- no es la mejor manera de emitir un juicio.

Sí, Iron Fist tiene problemas. Y bastantes. ¿Es mala? No, pero se acerca. Su mayor problema es el tono, que quiere ser serio cuando lo que está contando es más bien demencial. Si los guionistas abrazaran la locura de su argumento (asesinatos imposibles, drogas sintéticas, monasterios en las montañas, gente inmortal) quizá el espectáculo sería divertido, pero su empeño en dar profundidad emocional a los personajes -la misma estrategia, pero con éxito, que se sigue en Jessica Jones (2015)- no funciona, y todo se quedan ahí, en la superficie. Si añadimos a esto un nivel interpretativo más bien pobre, empezando con Finn Jones y con unos de villanos ridículamente sobreactuados, se entiende mejor la reacción que produjo la serie en las críticas previas y posteriores al estreno.

El nivel de producción, como es de esperar en una serie de Netflix, es todo lo bueno que se necesite, pero por esos decorados y situaciones pasan arquetipos de una sola cara, y la orden de 13 capítulos le queda grande a Iron Fist -una queja común respecto a las otras piezas de Marvel/Netflix-, lo que implica alargar una trama bastante sencilla hasta límites soporíferos. Ese tono solemne del que ya hemos hablado neutraliza casi cualquier impacto de los giros de guion -algunos muy jugosos- y aunque los cuatro primeros episodios apuntan un nivel de calidad más que decente, lo que sigue va perdiendo poco a poco.

Aunque los guiños al resto de series de los Defensores funcionan -cada aparición de Claire y Jeri se agradece-, eso no sostiene una serie que busca tener entidad propia. El creador Scott Buck decía en una entrevista que sólo aceptó el trabajo cuando tuvo la seguridad de que lo que primaría en Iron Fist sería el crecimiento de los personajes y no las peleas. Y se ve claramente que esa es la intención, pero se queda en el papel. El protagonista despierta apenas empatía y su evolución viene subrayada con molesto énfasis, como si el espectador no fuera a captarlo si otro personaje no lo repite varias veces.

La historia de amor está presente porque así lo marca el guion, las peleas se notan coreografiadas en exceso (aunque suponemos que esto tiene excusa si las artes marciales son tan importantes en la serie) y hasta se falla en transmitir la utilidad práctica del poder de Danny, se supone esencial para formar parte de los Defensores. Si renueva por una segunda temporada, algo que probablemente pasará a menos que su historia se concluya en The Defenders, Buck y su equipo tienen una lista de aristas que limar para llevar la serie a los niveles de excelencia del resto de sus compañeras, ya que el potencial lo tiene y no se puede decir que no sea entretenida en cuanto a que no dejan de suceder cosas. ¿Es posible dicha mejora? Imposible aventurarlo ahora, Iron Fist tiene muchos problemas.

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