* este escrito contiene spoilers de la octava de Juego de tronos *
Se han emitido cuatro de los seis episodios que componen la octava y última temporada de Juego de tronos (2011-2019), y la reacción general no está siendo especialmente positiva. Cada episodio se está despiezando hasta dejarlo en los huesos, y los fans y críticos tienen mucho que decir. Bueno y malo. Pero a veces parece que más de lo malo.
Sin ir más lejos, la última entrega está recogiendo duros ataques por la escena en la que Sansa argumenta que su calvario en la vida la ha ayudado a ser la mujer que es hoy, o por la captura de Missandei mientras el resto logra escapar, como apuntamos en Planeta Desmarque hace unos días. Pero en el primer, segundo y tercer capítulo también se han cuestionado por varios frentes, desde el narrativo hasta el técnico, pasando por el emocional. Y llama la atención tanto cuestionamiento al hablar de una serie muy alabada en esos frentes, y otros más. Eso sí, hay que recordar que las críticas por la violencia sexual y sus efectos en los personajes femeninos no son nuevas contra Juego de tronos.
Pero pensándolo bien, ¿podía ser de otra forma? Una serie que recibe este nivel de atención, que lleva desde 2011 contando su historia y que afronta sus últimos episodios estaba destinada a ser así de explorada. ¿Quiere decir esto que los ataques no son legítimos? Para nada, pero que se podían esperar porque la conclusión de Juego de tronos es algo a lo que lo fans llevamos años dándole vueltas, y nuestra idea quizá no cuajaba con lo que está pasando. Y eso a muchos les molesta, porque se implican en la historia, la sientes como suya y ahí se pueden producir problemas. Y además, la escritura no está siendo especialmente destacable este año. Quizá porque la tarea ha abrumado a los guionistas.