Ha pasado una semana desde que la selección española fue campeona del mundo. Siete días desde que Luis Rubiales decidió tomar parte y convertirlo todo en una vergüenza Mundial. Eso es lo que predomina en el ambiente (así lo siente al menos la que escribe estas palabras), la lamentable imagen que ha dado al planeta el hasta hace unas horas Presidente de la Real Federación Española de Fútbol.
En este tiempo, sólo se debería haber hablado de un hito histórico para el deporte nacional y, sin embargo, estamos presenciando un espectáculo cada vez más vergonzoso. En la asamblea, con cada frase que decía Luis Rubiales, empeoraba la cosa, pero es que este sábado se terminó de lucir con unos comunicados cada vez más absurdos y lamentables de acusaciones sin sentido y cargando duramente contra Jenni Hermoso. De rabieta de niño chico.
No quiero extenderme mucho porque los españoles y los aficionados al fútbol ya están hartos de que la gente no pare de hablar del tema. Intentaré ser muy breve y daré dos motivos de la vergüenza ajena que siento.
El primero de ellos es que no termino de comprender cómo el máximo representante del fútbol español en una entrega de medallas a las campeonas del mundo se le pasa por la cabeza plantarle un beso en la boca a una de las jugadoras. Y es que si fuera verdad lo que Rubiales dice de "¿un piquito?" me parece hasta peor porque me da la sensación de que entonces es algo que se le ha podido pasar por la cabeza en más de una ocasión. No hay por donde coger nada desde que millones de personas vieron ese bochornoso momento en directo.
Y el segundo motivo de mi vergüenza es que hay un grupo de futbolistas que se han dejado la vida por hacer a España campeona del mundo. Unas jugadoras, las 23 que ganaron el Mundial e infinitas más por el camino, que llevan años luchando para que se les reconozca, para profesionalizar el fútbol femenino y rompiendo tantas barreras que necesitaría escribir mil párrafos más. Ellas no se merecen esto. No se merecen que sólo se hablé de la actitud de un Rubiales que empezó a lucirse cuando se tocaba sus partes en el palco al lado de la Reina y la Infanta. Ellas se merecen muchos más minutos en prensa y en televisión, se merecen homenajes y se merecen poder ir a los actos y dar las entrevistas que quieran sin tener el miedo y la certeza de que les van a preguntar por el beso que su ya exjefe decidió plantarle en la boca a una de sus compañeras. Vergonzoso. Las campeonas del mundo se merecían tener su momento y que este fuera mucho más alargado en el tiempo, que fuera festivo, que fuera de las historias de superación que hay detrás de cada una de ellas, pero no ha sido así y sólo hay un culpable: Luis Rubiales y su empeño en ser protagonista principal en uno de los momentos más importantes del deporte femenino en nuestro país. Una vergüenza Mundial.